lunes, 18 de enero de 2016

EPÍLOGO

   A veces ocurren cosas. Que yo me guardo como preciadas gemas con propiedades que muy bien me vienen. Propiedades no tan mágicas, que no hace falta. 

   Me suelo alegrar cuando se dan esos sucesos pero esta vez no ha sido así.

   A veces ocurren cosas. Que convierten la forma de la vida en una de esas que a mí me gustan, haciéndola fractal, serpenteante, circular... 

   Ocurren cosas a veces y parezca que solo ocurran para mí.

   Empezó esta nuestra crónica con el deseo de hacerte entrar en la mollera lo que de bella tenga esa música tan popular, por querer contagiarte de mis sensaciones, por ver si te las insuflaba. Pronto se vio de lo vano del proyecto y tuvimos que coger un camino lateral, zigzagueante y sí, también con muchas ramificaciones. Porque a mí se me amontonan los sucedidos tuve que fijarme una meta. Y, ya viste, una vez llegada a ella no la supe cruzar. 

   ¿Qué quedaba pues? Tan solo intentar una despedida que seguro que no llegaba a decente pero que llegase al menos a cabal, por favor. 

   Larga me la iba echando que prisas no me puse. Pero llega un momento en el que te empieza a entrar una sensación de mal olor, como que algo se fuese arranciando. 

   Y es entonces cuando ocurren cosas.  Y me da la amarga sensación de que ocurran solo para poder cuadrar este nuestro Gulliver. Una perfecta cuadratura del círculo. 

   Empecé con el ansia de querer mostrarte algo ignoto por pertenecer tanto y tanto a la esfera personal que solo por vericuetos se puede intentar enseñarlo. No sé si en algún momento llegaste a hacerte una idea. No sé si en algún momento estuve cerca de acercarme.  

   Y como empezaba con ansia te traje el primer día la canción que más me había dado en la vida, por vestir pronto de galas a este Gulliver. 

   Y sí, ya sé que te acuerdas, era de Bowie. Y ahora se ha muerto y parece no más que lo hubiera hecho para cuadrarme a mí estas páginas, cerrando el círculo. 

   Llevo un par de días tarareando, inconsciente, la canción que abre su último disco y que es la que acompañará esta última entrega. Estrella negra. Joder, macho. Más claro el agua. 



   Esto es un epílogo que, como todo aquí, va a terminar no siéndolo. Te diré sin embargo, que entre tanto trasiego regresó a la vida del muchacho una princesa antigua, de esas que se aparecen solo en los sueños. No le acompaña todo el día pero se asoma a menudo a sus pensamientos. 

   El muchacho, que no sé si ha crecido aunque sí que se ha hecho más viejo. 

   ¿Y Gulliver, el marinero? Gulliver continúa incansable con sus aventuras, páginas aún en blanco de su viaje eterno.