viernes, 26 de junio de 2015

   De repente notas que te envuelve una luz anormal, te paras a pensarlo y es que se ha hecho de día. 



   Por una ventana entra una luz aún pálida, como haciéndose. Cierras los ojos medio segundo, con fuerza, y te dispones a hacerte cargo de los acontecimientos, sean estos cual fueren.

   Lo que más me intrigó en aquella ocasión fue cómo había llegado hasta allí. La ventana era la de un salón mínimo, del tipo de piso de estudiantes. Una tele apagada, un tresillo, la típica mesita de cristal. 

   A mi lado, en el sofá, me encuentro con M. Me mira. A nuestros pies, extendido sobre la alfombra, está Arturo, roncando. Yo poso los carcaños de los míos en el hueco que queda entre sus omoplatos. Se está muy cómodo así.








jueves, 25 de junio de 2015


   Tienen las noches que se lían la característica (y la ventaja) de que terminan pasándose. Lo normal es que uno no sepa cuándo. Abres el ojillo con sumo cuidado, compruebas que estás en tu cama y respiras aliviado. Pero en ese instante la noche hace mucho que se acabó. 

   Luego hay veces, que son las menos, que te pilla aún despierto el transcurso de la noche al día, con su orto justo en mitad. Lo normal es que en esas ocasiones tampoco te des cuenta de nada por estar a otras cosas. 

  Aquella noche enredada fue de las del segundo caso. 






martes, 23 de junio de 2015

Se lió la noche.



   Convendría aclarar, aunque fuese de un modo somero, a qué se refiere el Marino cuando habla de que se lió la noche, aquel día, de que se jugó en diferentes recintos, con normas cambiantes y diversos partenaires además. Pero ya sabes que eso, aunque la laguna amnésica sea tremenda y encima guadianesca, que me acuerdo, vamos, de muy poco, aún así, eso nos llevaría a otra marivuelta, a otro peligroso desagüe por el que se nos derramen cachos de ese preciado don que es el tiempo.

   No me resigno, sin embargo, a un mínimo detalle, creo que suficientemente aclaratorio de lo que era la vida entonces. 

   Fuimos a un montón de bares. Las chicas bebían con moderación. Arturito y yo, pues no. Más fruto del azar que de alguna información previa, aunque nunca se sabe, recalamos en un local de nombre Berlín, en el que había un conciertazo. Lo de las vueltas y más marivueltas viene aquí muy al caso ya que ese establecimiento está a treinta segundos de La Luna, siempre que se siguiese, al caminar, la línea más recta. Lugar este, si nos acordamos, que es donde nos habíamos citado con, sí, aún, "las chicas". 

   En el concierto nos encontramos con muchos conocidos. El grupo era punki. A modo de por ojo de pez, creo verme durante mucho tiempo, bailando agarrado con una de las Pelopájaro, amigas intimísimas de mi Burgos natal. Sí, ya, dos objecciones. a) es difícil pero yo lo logro, lo de bailar agarrado ese tipo de música, y b) sí, sí, llegó tarde el punk a esa ciudad de provincias. 








viernes, 19 de junio de 2015


   Lleva pantalones de loneta y un jersey color teja, M. Participa a menudo en la conversación, con bastante tino y a veces gracia. 

   Luego se lió la noche. Como que la jugamos en diferentes estadios y en distintas posiciones tácticas. 

   No te sé decir a qué altura había yo situado las expectativas de aquella cita, viniendo estas de Arturí. Supongo que no me sentí del todo defraudado y pensé en la posibilidad de pasar una noche divertida. 

   Pero luego, ya te digo, se lió la noche. 








jueves, 18 de junio de 2015

Todos Gulliver

   Ya lo dice la canción. Que a este matadero no hemos venido a mirar. Así que, una vez igualados todos los personajes a las condiciones de Gulliver, a sus características y a su tamaño, a su modo de pensar, sobre todo a su tamaño, podemos enfilar la senda, hacia el final. 



   En un bar de Valladolid llamado La Luna se habían citado un serie de personas, una noche, hace años. Ellos eran dos y  los conocemos ya de sobra. De las muchachas tenemos una primera visión, muy panorámica. Y no de todas. Por el azar o a propio intento, una se nos escapó del marco y solo ahora la volvemos a ver. Es la más baja, lleva unas gafas de pasta, coquetas, y nos enseña generosa una dentadura potente. Se llama M.







miércoles, 17 de junio de 2015

   Tendremos pues que volvernos gulliveres todos. Y pasarles un pincel de purpurina gulliveriana a todos nuestros personajes también. Y limpiar el pincel en la pernera del pantalón. Para parecer un ápice artista y quitarle otro poco de metal al asunto. ¿Metal precioso? No. Metal pesado a más no poder. 



   Pero aquí estamos. Quinientos y pico capítulos después. Dos años ocho meses y veintiún días después. Perdona pero no te dije nada al llegar a los quinientas entradas justas. Fue hace poco pero tampoco me parecieron tantas como para festejar. 









martes, 16 de junio de 2015

Tripas soñadoras



   "Por decirlo de un modo claro, uno solamente puede ser Gulliver rodeado de Gulliveres..."  Lo dice tu amiga Wislawa. 


   También dice cosas como que lo perros nunca saben cuándo sus amos van a regresar. Ni tan siquiera sin van a hacerlo. 


   Así que no es mucho de fiar, tu amiga. En la parte científica del asunto, claro. 


   ¿Ves? Le pasa como a mí, lo que pasa es que ella lo cuenta infinitamente mejor. Pero nos pasa lo mismo. Que se nos ocurren teorías y encima no nos cuesta nada buscarles las vueltas. Y menos, encontrar media docena de situaciones para verificarlas bien verificadas. Incluso dejar la puerta abierta a refutaciones. Si hay huevos. 












lunes, 15 de junio de 2015

Un suspiro acompasado


   Sí. Ya vale de la broma, que la paciencia tiene un límite y la gracia de los chistes va decayendo con el mero paso del tiempo. Con lo que este que no es más que un chascarrillo hace ya mucho que habrá pasado a la parte negativa del asunto, a esa línea roja que en vez de gracia da grima. 

   A más, a más, últimamente se me ocurren otros proyectos, qué digo, oligoproyectos, pero que son incompatibles con esto, por la sencilla razón de que veinticuatro horas son las que tiene el día, impepinablemente.

  Y otra vez se me aparece en sueños el toro al que agarrar por sus armas. Y se me ha roto la funda de un diente y no tengo perras para subsanarlo ahora mismo y parezco una oveja desdentada, y otra vez tendré que reírme con el labio caído.

   Y estoy cansado de subir y bajar del hospital y de que Charo se pase la vida allí. Nada más de pensarlo agota. 

   Menos mal que la Pollo se lo ha olido y ha huido al Parral. 

   Y aún así me veo con fuerzas y optimismo para, sí, ya, empezar el último capítulo de nuestro Gulliver. Terminar en el lugar donde acaban todos los caminos.











miércoles, 10 de junio de 2015

   Pasó la tarde y se adentró la noche en sus aposentos. Iba bien terciada ya la segunda botella de vino. Gulliver seguía picoteando en los folios. A veces, la lectura le enganchaba y leía unos cuantos seguidos. De mucho de lo que, sin duda, escribió ya ni se acuerda. 

   Cuando notó en sus ojos que el cansancio le vencía, volvió a colocar los folios en un solo montón, puso encima una corazón de piedra, de la montaña segoviana, que tenía allí como pisapapeles. La gata ya tenía una edad pero pudiera pasar que por la ventana abierta entrase sin pretenderlo un gorrión. Y nada costaba prevenir el desaguisado. 

   Se estiró como los galgos. Y de camino a la piltra  (apenas tres metros) decidió que a la mañana siguiente empezaría a escribir el final de esta historia.











martes, 9 de junio de 2015


   En tantas cosas pensó, mientras releía en los papeles de sus carpetas... Hasta le dio cierta morriña. Puede deberse al estado de ánimo que ella le produjo, que hasta se entristeció al notar profundo los esfuerzos del muchacho por no fallar últimamente. Por escribir cada día apenas un par de líneas ilegibles. Inconexas. Enseñando indecoroso la maraña de su ser. 

   Abrió una botella de vino. La primera copa en mucho tiempo. Eligió por ello  uno de los mejores ejemplares de su malnutrida bodega. Se arrellanó en el sillón  y con los papeles amontonados en la mesa, aunque correctamente ordenados por fecha, fue saltando de aquí para allá. 








lunes, 8 de junio de 2015

(continúa)

   Se encontró sus carpetas andadas. Pero el orden de los papeles era el conocido. Esas dos cosas notó antes de embeberse en sus palabras. 





viernes, 5 de junio de 2015

Summertime


   De regreso a casa, el Marino lo primero que hizo fue ir a organizar sus papeles. Aún no era tiempo pero hacía de verano. Tiempo de verano.



   


miércoles, 3 de junio de 2015

Galería de personajes



   Tentado está el muchacho de ir contándote historias de todos y cada uno de sus compañeros de psiquiátrico, pero eso sería una recaída que, en estos momentos tal álgidos de la trama, no nos podemos permitir. Me ruega, eso sí que te ponga aquí algunos de los retratos que les hizo.


















martes, 2 de junio de 2015

Sanatorio

   Está puesto de puta madre, el nombre de "sanatorio". Ya que a eso se dedican con ahínco los que allí trabajan. Alguno hay que se las pasa el día regañándote pero para eso están los diferentes caracteres. 



   No hice pandilla para las horas de las comidas, así que me sentaba cada día en un lugar diferente. Intentaba, eso sí, que el respaldo de mi silla diese contra una pared, no por temer un ataque traicionero sino por tener más panorámicas las vistas. Me gustaba observar esos rostros dañados en momentos en los que se descuidaban de sus papeles. Cuando su mirada se perdía en la extensión del plato de sopa, se olvidaba. Cuando los músculos faciales se distendían. Cuando dejaban de temblar las manos al trinchar la carne. y repartirla entre los compañeros. 

   Debía de ser de pago, el lugar, porque se comía de puta madre.






lunes, 1 de junio de 2015

   Pues sí, Luis. Me tuvieron recluido un temporada que a veces recuerdo como eterna y a veces como bastante pasajera.

   Por mi bien, dijeron, y yo les creí. 

   Conocí a gente curiosa. Aunque la mayoría se sentía atormentada, malherida. 

   A mí, los fármacos me hicieron efecto enseguida. Pero me dejaron allí aparcado por prudente  prevención. 

   Escribí un libro que se titulaba Platónico, en buena lógica hablaba de un amor que no quise que fuese. Mataba las mañanas perdido en un extenso jardín donde empezaba a brotar la sustancia de la que está elaborada la vida. Buscaba bichitos por mera curiosidad. Su estructura, sus movimientos. Intentaba leerles las ideas. Y no, no todo era instinto (de supervivencia). Me parecía que tenían humor. Sus momentos buenos y sus momentos malos.