Por mi bien, dijeron, y yo les creí.
Conocí a gente curiosa. Aunque la mayoría se sentía atormentada, malherida.
A mí, los fármacos me hicieron efecto enseguida. Pero me dejaron allí aparcado por prudente prevención.
Escribí un libro que se titulaba Platónico, en buena lógica hablaba de un amor que no quise que fuese. Mataba las mañanas perdido en un extenso jardín donde empezaba a brotar la sustancia de la que está elaborada la vida. Buscaba bichitos por mera curiosidad. Su estructura, sus movimientos. Intentaba leerles las ideas. Y no, no todo era instinto (de supervivencia). Me parecía que tenían humor. Sus momentos buenos y sus momentos malos.
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