viernes, 30 de mayo de 2014





   Bueno, veamos. 

   Tenemos a un príncipe desolado porque perdió el anillo que pretendía ofrecer a su amada. Visto con la debida distancia, el problema no parece de gran trascendencia, ni por lo tanto motivada tanta desazón. Aunque ya se sabe que la realeza vive en un plano diferente al resto de los mortales, por más que ellos igual lo sean. 

   También tenemos un palacio donde habita una muchacha (¿rubia?) que con el príncipe está prometida. Mujer de apreciable corazón, por lo que vamos conociendo. 

   No hay que olvidar que el príncipe va en polainas. 

   Tenemos un cielo sobrecogedor, que, a cierta hora, atrae todas las miradas.

   Tenemos muy pendientes de todo ello a un grupito de niñas. 

   Las niñas ovacionan a la abuela cuando esta les ruega con exagerados aspavientos que se tapen los oídos, ya que ahora mismo llega la parte picante del cuento y aún no tienen ellas edad para escuchar según qué cosas.  








jueves, 29 de mayo de 2014

Las abuelas

   Se cuenta que nada de ello fue realidad, cuentos de viejas desdentadas y ociosas. Desdentadas pero con toda la energía de la buena salud, una bendición poder acariciar las cabezas de las nietas y contarles historias. Y entre todo ello, observar que no han de ser malas narradoras ya que las niñas se muestran embobadas, con un vientecito soplando suave en sus corazones por ver que ocurrirá.

   Y no fue otra cosa que sucedió que la futura princesa, viendo tan alicaído al muchacho príncipe, pasó de la observación a la acción, por contarlo pronto y mal. Una vez se cercioró que eran mayores y en mayor número los hechos probados a las simples conjeturas, y armado el armazón, pergeñó un plan del que no tardaremos en saber. 








miércoles, 28 de mayo de 2014

El príncipe, que sigue en chándal.

   No cuenta nada la muchacha de sus sospechas, conociendo de los poderes de los secretos, de lo dañinos que estos pueden ser mal administrados, del peligro que entrañan las palabras cuando en cierto orden aparecen en la escena equivocada. Bombas de relojería, con, a veces, el tiempo retardado y, otras, de detonante rápido e inmisericorde.

   Decide, astuta, ahondar en los conocimientos que sobre la desdicha del amado va atesorando como hormiguita. Afianzar las sospechas, ampliar el expediente y el campo de mira, colocar más piezas en las zonas oscuras del entramado. Las más de las veces, dichos propósitos nos son fáciles de alcanzar. Otras le llegan las certezas sin pretenderlo: de un suspiro del amado, de una orden que imparte con excesivo celo, no viniendo ello a cuento, de esas polainas que le ha dado al muchacho ahora por ponerse, que se teme ella que sea por descuido en su aspecto personal. Lo que viene siendo dejadez. 

   De ahí a la depre no hay ni un brinco.

   Zopenco, cobardón, pisarranas, que te ahogas en un flan. 








martes, 27 de mayo de 2014

Príncipe enredado en su destino

   Está el Príncipe enredado en su propio destino. No sabe cómo confesar a su amada que perdió el anillo y con él el honor. No supo hacerlo en el primer instante y eso fue lo que lo complicó todo. 

   Busca Gulliver tratarle con cariño, al príncipe, pese a la tirria que parece que le ha cogido últimamente. Por cobardón. Y porque, sin previo aviso, se presenta ante nosotros con unas polainas que da pavor nada más imaginarlas.  ¡Por favor, Príncipe!

   A ver si al final va su hermano, el canalla, a tener razón. A llevar las de ganar. No. Eso no, que el hermano padece males más dañinos y concurridos. Y no entintaremos estos blancos pliegos con tan baja estofa. 




   Así que así anda el Príncipe. Que ni arre ni so. Con lo que se vuelven complicados los esfuerzos por continuar. Mas espabilada es la muchacha, que con solo observarle, aquel día aciago, ya adivinó los nubarrones que enfangaban la mirada de su Alteza. Y a poco que indagó...

   





lunes, 26 de mayo de 2014

De los efectos del aguardiente en la tripulación (2)

   Es en esas comidas que la sobremesa se va alargando. Y siempre hay un voluntario que se ofrece a prepararnos el café. 

   Gulliver, café no toma ya que aunque falta mucho para que se vaya a acostar la droga se le enraíza en las venillas de la cabeza y le tiene la noche en vela. 

   El voluntario acompaña el café con unos vasos fríos y unas botellas. Y como ya nos nos quedan secretos, hablamos sin cautela ni miramientos. Siempre hay alguno más pendenciero mas suele ser también corto de entendimiento (que igual vienen en el mismo lote las dos cualidades juntas) y los demás le cosen a chuscadas. 

   Ya al que se pone muy pesado, totalmente insoportable, le tiramos por la borda. Al poco, lanzamos un salvavidas a su lado con un cordelón para subirlo. Aún no se ha dado el caso de que alguien careciese  de seso en tal grado que ni acertase a agarrar al flotador. Se ve que la mar espabila. Mucha agua junta. 

   Supongo que, de darse el caso, alguno se tiraría en su socorro.







viernes, 23 de mayo de 2014

De los efectos del aguardiente en la tripulación



   No es habitual excederse con el alcohol en el Proud Mary. De orujo, los muchachos apenas se embuchan medio vasito, de los de vino, después de las comidas, por digestivo, para entonarse si la mar está mojada y por mejor enganchar y enganchar antes el sueño de las siestas (esto solo los que están fuera de labor). Únicamente  en contadas ocasiones la fiesta se alarga y es más prudente echar el ancla. Suele ocurrir que llega un cable con noticias de que un compañero ha sido padre de una preciosa princesa, o de que se vendió bien el grano de la familia de otro. O que sanó el caballo. También sucede, a veces, en el trajinar juntos, que notamos como alguno va perdiendo en el combate diario con la morriña y algo, entonces, habrá que hacer.

   Es cuando Andrew desala el bacalao, deseca los hongos y amasa un gran pastel. Comemos sin muchos miramientos. Corren entonces, por la mesa, el vino, las risas y las voces. 






jueves, 22 de mayo de 2014

   Hacia el Sur, hacia el Sur. 

   Nada más dejar atrás el que llaman Arrecife Sarraceno, el cielo se pone de un azul subido y gana en profundidad. El horizonte se curva como la frente de un sabio. Y el termómetro sube una o dos rayas. 

   Le da igual, entonces, a la marinería, que en la bodega escaseen las patatas y que ya hace tiempo hubiesen  dado cuenta de las carnes en aceite. Comen lo que haya, con igual apetito pero mejor humor. Y de aguardientes el acopio es aún abundante. 

   Para eso sí que son exigentes. Los hermanos de las Antillas lo prefieren de café, no por ser grano de sus selvas sino porque les pegó la costumbre un cocinero que tuvimos, ya hace tiempo, nacido en Cambados. "Licor café, licor café", piden al encargado de las sobremesas, con ese acento primitivo y profundo.  La mayoría se decanta por el orujo de varias hierbas, el más potente de nariz y dulce en boca. Más dulce aún que los de guindas o de cerezas, más que el de endrinas, también muy solicitado. Del blanco, de puro rampojo, solo tomamos Andrew, al que llaman Barbarrubia, y yo. Hace ya mucho que la barba se la afeitó pero siguen llamándole así, por la costumbre. Él es el que se encarga de traerlo en cada viaje. Como estos suelen ser largos, da gloria verle llegar silbando, haciendo rodar una barrica bordelesa y cómo la sube sin gran esfuerzo por la pasarela de babor. 























miércoles, 21 de mayo de 2014

Un lugar

   Llevo un tiempo pensando que nuestro Gulliver debería tener un lugar al que regresar. Una Ítaca. O la menos un Macondo, un Comala. No sé si tendría forma de aldea o de patria, ignoro también qué clima ponerle y el nombre de la dama que le espera. 

   Las opciones son múltiples. Imaginario o de todos conocido, su ubicación exacta en los atlas, el tamaño de esos (creo que los elegiré grandes y deshojados, de tapa dura muy gastada). Las hechuras de sus moradores y el color de su piel, en qué región plantarlo y si darle maneras de isla. Con ese lugar el Marino tendría sentimientos encontrados. Una mezcla rara que, al parecer, iguala las fuerzas centrífuga y centrípeta, con lo que todo el día anda el chaval acercándose y alejándose. Un sinvivir.

   El nombre sí que lo tengo pero habrás de esperar si quieres conocerlo. No tan largo como Yoknapatawpha, ni mucho menos tan sonoro, pero Gulliver es de buen conformar y de familia tan humilde que no creo que ponga reparos. 









martes, 20 de mayo de 2014

   Rumbo al Sur. Al principio, todo a estribor en maniobra alegre, de tramo largo, consentida Proud Mary, que les tienes a todos en el bote. Entre la marinería reina el buen humor. El cielo luce despejado como la frente de un sabio. Hay días en que la mar está así de linda. 




   Mientras tanto Gulliver curiosea papeles, holgazán, en su camarote. Algo le viene a la mente. Sube a cubierta y ordena echar el ancla. Se zambulle desnudo en el mar tranquilo. Deja a su cuerpo flotar. Así se pasa mucho tiempo.



   En el jardín de casa de  Cardeña, salvando las distancias evidentes, hacía yo lo mismo con la Pollo, cuando esta era chiquita. Nos tumbábamos los dos en el suelo y jugábamos a ver quién atisbaba el pájaro que volase más alto. A falta de los especiales conocimiento de un ornitólogo, yo apostaría que la que más alto vislumbrábamos era una golondrina o un primo suyo, el avión (delinchon urbicum) mas carece eso de casi toda la importancia. Lo interesante o curioso era que tanto mi hija como yo estábamos convencidos de que siempre era el mismo pájaro (todos los días) el que nos escudriñaba impávido  desde las alturas. 





lunes, 19 de mayo de 2014

Rumbo hacia el Sur

   De chaval nunca tenía frío. A Lucía le pasa lo mismo. Deben de ser cosas de la edad. También prefería la noche al día, ya te lo he contado. Las madres me reñían. "Pero súbete ese chambergo", e intentaban hacerlo ellas mismas ante mis risas. Mi madre, no sé las otras, llevaba regular lo de mis trasnochos pero intentaba disimularlo. Eso sí, en cuanto oía abrirse la cerradura de la casa, se plantaba una bata y me salía a recibir. Me preparaba algo de comer y se sentaba a mirarme. Yo iba untando en pan la yema amarilla y también la miraba. Hablábamos de todas las cosas, sin presas ni otras ingenierías que nos pusiesen cortapisas. Qué no nos habremos contado. Si aún así después te sigue diciendo que eres buena gente, por más madre tuya que sea, te lo terminas creyendo un poquito. Incluso igual haces algún intento por serlo. Así era la educación, a su manera. 

   Yo de eso me di cuenta mucho después, claro.







viernes, 16 de mayo de 2014

Ahora sí, recapitulando

   Días que se convierten en pomadas, bien para alborotar a los receptores de las endorfinas del placer, bien para el mismísimo culo. Días que luego se convierten en delirios. De grandeza y de corazón, "mardito" Gulliver, cuentalotodo, que no sabes callarte ni debajo de la ducha. Y eso que he me ufanado, últimamente, en ir contando que soy un gran mantenedor de secretos. Cosas que siempre empiezan con el "júrame-que-no-se-lo-vas-a-decir-a-nadie". Coño, pues no me lo cuentes a mí. Y yo nunca juro nada y aún así, claro, te lo sueltan rápido. Y después (casi) nunca es para tanto pero mantengo la boca bien cerrada. No me preguntes el porqué de tanto ahinco en mantener esta costumbre. Me imagino que sigo pensando en que tengo una reputación o chorradas de esas. A estas alturas.


   Esta canción ya te la he puesto. Te la puse hace mucho, cuando las cosas iban más ordenadas, por así decirlo. Ahora ya todo es frenesí y golpe de riñón. Bien a la vista está. Sospecho que no son sino indicios de que se aproxima el final de este cuaderno de bitácora. El viaje ha sido largo y espero que (aunque sea algunas pocas veces) emocionante. Pero el viaje, como todos, se acabará y llegará el momento de volver a casa para repensarlo (otro de los beneficios de cualquier aventura que por tal se precie). 

   Antes, por eso de intentar ser de ley, tendré que contarte en qué terminó lo del príncipe y de la vida pucelana del Marino. Eso te lo debo y me lo debo. Y siendo como soy y creciéndome los enanos como me crecen, se me formará un infinito. O dos. 

   Pero tengo curiosidad en ver cómo me cambian las palabras, cómo se mueven mis dedos  por el teclado ahora que ya se vislumbra el final.


·-·


Descartes de las pruebas de personajes para el Gulliver 
Primera tanda








  









jueves, 15 de mayo de 2014

Recapitulando.

     Ha pedido arnica y tiempo muerto, Gulliver, pero con esos deditos de funcionario no le ha entendido ni la madre que lo parió. Así que aquí le ves, pensando en lo que contarte. Escuchando musiquita, que esa es una de las pomadas que tiene el gulli sobrevenidas. De eso no sé más que yo. Por más impertérritas que sean estas, las últimas entradas que te ofrezco, la musiquina sigue sonando al fondo. Dándole a todo su estructura y su solidez. Hoy he tenido unos labios a mi alcance. Incluso me lo pensé. Las consecuencias. Y al final, nada de eso tuvo que ver. Solo les dejas ir a esos labios.  







miércoles, 14 de mayo de 2014

   Con la que está cayendo y el príncipe, nuestro príncipe, anda preocupado por haber perdido un anillito, por más mágico que fuese este y más banal la vida de aquel. 

   Y Gulliver se pregunta cómo es que han cambiado las apreciaciones que hacia su Alteza sentía en tan breve espacio de tiempo. Qué condimentos van sazonando la existencia para que lo que ayer era azul y celeste hoy sea triste y marrón. Y mañana vaya usted a saber.

   Muchas veces le pillan estos cantares tumbado en cubierta, un poco escorado de la línea de crujía, fisgando el cielo de la noche, plagado de recuerdos. No ha cenado, o lo más una pieza de fruta. La tripulación alarga la sobremesa con fiestas gruesas pero atinadas, tantas aventuras que les es difícil esconderse, a los secretos. Y lo que sabe uno ya lo saben todos. 

   El Marino les envidia la desidia. 





martes, 13 de mayo de 2014

Sueño 12

   He soñado un sueño muy real.

   Meaba. Estaba meando. El calibre del chorro y la fuerza eran los habituales. Como, al parecer, los aseos eran de esos que últimamente ponen en lugares que de mayores quieren ser elegantes o al menos distinguidos, justo encima del sanitario habían pegado de mala manera (con silicona, creo) un cristal alargado y con descascarillas. Ante semejante porvenir, siempre opto por la mueca. Me tiro besitos, cruzo los ojos, gilipolladas de esas. Una vez transcurrido el tiempo habitual e incluso una porción de tiempo más, veo que no se dan los indicios habituales de que se acabe la acción: Dos chorretes con más fuerza. Espacio. Otro también brioso y de intención terminante. Nada de eso. Sigo meando. Sigue  saliendo un chorro continuo, no digo yo que torrencial pero tampoco que exánime. Miro hacia ambos lados, por si algún testigo hubiese de lo inusuado . Habito yo solo, por lo que se ve, en ese cuento. 

   En un festín de triste alarde, los diseñadores del local habían surtido bien el habitáculo de reflejos y otros efectos especiales. Y, así, toda la pared que a la derecha se me aparecía, haciendo escuadra perfecta con los mingitorios, la habían recubierto también de espejos. Como idéntico procedimiento habían utilizado con la pared contraria, que estaba justo enfrente y que a mi izquierda aparecía, por el efecto llamado Doppler (¿o era otro, el efecto?) se multiplicaba el rebote hasta el infinito, haciendo de mi visión una eterna sucesión de urinarios en los que, de tanto en tanto, aparecía yo, bien mirando hacia un lado, bien hacia el contrario. Entrecerré los ojos, por fijar el encuadre en las primeras posiciones, más nítidas y cercanas. Una vez hube eso conseguido, llegué a discriminar mi primera silueta, que se encontraba de mí apenas a unos pasos y que meaba en mi misma postura pero en la posición justo contraria. Le miré a mi reflejo y, no es de extrañar, él me miró a mí. Lo raro era que tanto él como servidor seguíamos lanzando contra las lozas respectivas un chorro no exorbitante pero sí continuo y cadencioso, de alegre timbre. Es momento en el que concentras tu percepción solo en un estímulo, desechando, por secundarios, los otros muchos del resto. Yo me miro y soy mirado por mí, por si hiciese falta concretar dichos extremos. La cuestión es que tanto allí como aquí el chorrete sigue manando sin darse la más mínima importancia. Cuento hasta diez en sentido descendente (es extraño ya que no suelo hacerlo) y vuelvo a la escena. Nada parece haber cambiado. O sí. Si avezo el sentido, compruebo, con bastante sorpresa, que el tamaño de mi panza empieza a declinar al son del líquido que voy expulsando.

   Y así rato y rato, hasta que los mil Gulliveres que pueblan el lugar adquieren (todos) una figura apolínea, digna de los clásicostiempos.

   Pese a que el resultado es apetecible, no me preguntes porqué, encuadro este sueño en el cajón de las pesadillas.

 





lunes, 12 de mayo de 2014

Asuetas vacaciones

   Entre unas cosas y otras, menuda semanaza que se ha pegado el Gulliver. Entre los brotes del jardín, que cada vez son más hojas, el curso ese de leguminosas que espero que haya sido fructífero para la agricultura patria y ya me estoy imaginando al zamorano dando clase magistral a los labriegos del lugar, entre la fisurita en el culo, que no termina de cerrarse la hijaeputa y que le impide sentar sus reales demasiado rato seguido. Entre la perrera que a veces le entra a uno y en la que lo único que apetece es contemplar (lo que no es moco de pavo). Entre esas cosas y otras, es domingo y aún no ha empezado a preparar la semana bloguera, el Gulliver, semana que además es de la de cinco días laborables y el vacío campa a sus anchas en la recámara.

   De casi que te pide tiempo muerto, hasta que se arreglen sus posaderas. Pero por de pronto, aquí tenemos ya canción para mañana, el lunes de tu regreso. 








viernes, 2 de mayo de 2014

El nombre (cap. 2)

   Cuando para buscar un nombre necesitamos de más de un gulliver, malo, brother.

Pero es que hubo que rebuscar en almanaques, estudiarse eternas crónicas y otras historias de igual rigor. De tanto tanto, a Gulliver le ha salido una fisura en el culo y todo. Él, por quitarse importancia, bromea con que lo que le ha salido es una fístula, aunque no sepa muy bien qué es una fístula. Suena como más jugoso, salvadas las partes. 


   Al final fue el hada de las fotocopias,  la que dio, sabe dios cómo, con la solución al enigma. Documentadamente, además. Y, claro, nadie había atinado con la respuesta.  

   Pongamos ahora una canción con redoble de tambores, que parece que le pega, siendo entonces un tanto inquietante que sea esta canción la que por el mero azar estábamos escuchando.



   No te lo vas a creer tampoco tú, pero el príncipe se llamaba Matías Losgatos. Supongo que el día que reine lo hará como Matías Losgatos Primero.