martes, 27 de mayo de 2014

Príncipe enredado en su destino

   Está el Príncipe enredado en su propio destino. No sabe cómo confesar a su amada que perdió el anillo y con él el honor. No supo hacerlo en el primer instante y eso fue lo que lo complicó todo. 

   Busca Gulliver tratarle con cariño, al príncipe, pese a la tirria que parece que le ha cogido últimamente. Por cobardón. Y porque, sin previo aviso, se presenta ante nosotros con unas polainas que da pavor nada más imaginarlas.  ¡Por favor, Príncipe!

   A ver si al final va su hermano, el canalla, a tener razón. A llevar las de ganar. No. Eso no, que el hermano padece males más dañinos y concurridos. Y no entintaremos estos blancos pliegos con tan baja estofa. 




   Así que así anda el Príncipe. Que ni arre ni so. Con lo que se vuelven complicados los esfuerzos por continuar. Mas espabilada es la muchacha, que con solo observarle, aquel día aciago, ya adivinó los nubarrones que enfangaban la mirada de su Alteza. Y a poco que indagó...

   





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