martes, 31 de marzo de 2015

Zona B (dos)

   No sé el motivo pero en esta zona sí que nos da por buscar el coche que, ya no sé si te acordarás, habíamos perdido. 

   Llegamos de noche a calles estrechas, con soportales. Húmedas. A veces creemos haberle encontrado pero es falsa la alarma. Miramos al suelo por intentar descubrir esos triangulitos que dejan los de la grúa, para avisarte de que se te han llevado el coche. Esos triangulitos que tan mal sientan. Son de diferentes colores (¿según el día?). Naranjas, rojos, amarillos y verdes les tienen. Algunos encontramos pero no nos proporcionan información, no sé explicarlo. 

  Otras veces, en vez de mirar el suelo, miramos hacia arriba.



   También en esta zona hay pasadizos. Yo creo que es en la que más hay. 

   Unos te llevan a otras calles gemelas. También húmedas y grises. Otras alcanzan a las traseras de una edificación enorme, rodeada de jardines, que, en el sueño, me parece que es el Alcázar de Segovia pero que el Alcázar no puede ser porque no hay un camino de tierra en sus traseras. En fin. 

   Otros pasadizos, los de la dirección contraria, te trasportan, después de haber atravesado salas y salones de abigarrada nobleza o de rancio abolengo, hasta una balconada inacabable, sobre el río Duero. 












lunes, 30 de marzo de 2015

Zona B

   La zona B es inabarcable, ya que según los días se alarga hacia el centro histórico y otros, los más, hasta un bosque de pinos muy peculiar. Lo atraviesa un río que creo que termina pasando también por la zona A, aunque de esto no estoy seguro. Otros, entre el bosque y la ciudad hay un scalextric que da salida a los ciudadanos que quieren viajar de fin de semana. Se va a pueblos, por allí. Pero mejor no nos metemos en más zarandajas de lo que esas noches nos ha ocurrido ya que aunque forman parte del sueño de sueños este, puede contarse y hasta soñarse independientemente, y es la mismita entrada, si queremos, a otro infinito más, aún si caben, que es que ya no caben. 








viernes, 27 de marzo de 2015

Zona c1

    Bien podríamos decir que esta es una subzona, por encontrase como encajada en la zona c, aunque ahora que me pongo a pensarlo también tiene su enjundia y su fundamento. Además de extensión considerable y unas fronteras bien determinadas. Pero a estas alturas, en aras de una cierta coherencia, no vamos a andar cambiando la nomenclatura. Sería un lío.




   Si sigues unas calles arriba, desde el aparcamiento parecido al mirandés, llegas a esa zona. Es una parte de la ciudad con edificios altos. Unas seis u ocho torres. Siempre parece ser de noche allí, se deberá a la magia de los sueños. A estas alturas se nos ha olvidado que andamos buscando mi coche así que entramos en un bar musical donde siempre se está a gusto. No sé porqué pero al poco nos marchamos.

   Solemos ir, entonces, a algo parecido a un parque de atracciones. Lo digo porque ningún día hemos visto tan siquiera una de ellas. Se ve que entramos por la parte de atrás, donde han aparcado los barraqueros sus autocaravanas. Mucho cable y mucha cuerda nos sobrevuela, a apenas un metro. Y también abundan máquinas cuya utilidad desconozco. Serán generadores, bombas de compresión, cañones de calor, qué sé yo. Hay, asimismo, lindando, un montículo pelado, donde juegan los niños de los feriantes. 






   

  







jueves, 26 de marzo de 2015

Zona c

   Al oeste de la construcción en la que debería estar mi despacho nos encontramos con la zona c. 

   Pronto llegamos a un aparcamiento del estilo al que existe al lado del Botánico de Miranda. Parece lugar apropiado para buscar un coche perdido, ¿no? Allí siempre hay una pandilla de conocidos que esperan a alguien que llega tarde. A veces me esperan a mí pero yo me quejo porque no habíamos quedado. U otros líos. Si nos dejamos caer, entramos en una cuadrícula de casas bajas con calles en las que, cada noche, se cambia el sentido de la circulación. Aunque las más son peatonales. A la otra punta de la cuadrícula hay un bar que tiene una especialidad, una tapa, creo, pero de la que ahora no me acuerdo. Ese es otro de los sitios donde siempre me ocurren enredos, la mayoría desasosegantes. Mas no dejo que ir allí muchas de las noches.  




   El bar linda con la zona b, pero ya hemos quedado que esa es la que te cuento la última.







miércoles, 25 de marzo de 2015

Las Zonas

   Zona a

   Se encuentra al sureste de nuestro punto de partida. De casas humildes, edificios de tres o cuatro alturas con entrelazados. Calles luminosas. Hay pocos coches aparcados en las calles, lo que facilita bastante el trabajo. Como acabamos pronto, solemos ir a un par de bares. En uno, comemos a menudo. 

   Donde se termina la zona a, dirección este, empieza la a1. Es esta una barriada en media cuesta que termina, septentrión, en dos solares donde se junta la gente a hacer barrio. Uno de ellos fue en su tiempo la localización de una iglesia, a juzgar por las ruinas de un ábside de considerable altura que, si queremos, podemos observar al fondo. El otro solar, anexo a la pared izquierda, está más expuesto. Hay días que ponen allí un mercado. 

   De la zona b, por ser la más extensa y de límites no muy bien definidos,  dejaremos la explicación para el último lugar. 

   La zona c es la que se encuentra a poniente. 











martes, 24 de marzo de 2015

...


   Llegados a este punto de la cuestión, son variadas las soluciones que, noche a noche, se me ofrecen. He llegado al desespero de ocurrir que me diese de nuevo por entrar al edificio, por revisar las cámaras de seguridad o por ordenar mis recuerdos, y terminar de nuevo perdido por ascensores, pasillos y desvaríos. Una auténtica desesperación. Esos son los días en los que más dura el sueño. 

   Aunque lo normal es que opte por, sabiendo de mi mala memoria, peinar la zona a la caza del auto. En esta busca suelo ir también acompañado pero siempre de conocidos que nada tienen que ver con mi ecosistema laboral. No me lo explico. Dependiendo de la ocasión, registramos el área por zonas. Existen varias y dependiendo de la noche visitamos una o más. Yo las he llamado zonas a, b, c y c1.








lunes, 23 de marzo de 2015

Perder el pinche coche en varios sueños

   Putos extraños sueños. 

   Ya lo dice Marías, que huye de ellos como de la peste. Mecagüen. 

   Pero a falta de otros mimbres y quizá con ánimo exorcizante tendré que intentar rematar este que ya hace tanto que he empezado. 




   Salida del trabajo. Por no sé qué extraños horarios está yéndose ya la luz del día. Trasiego de funcionarios rumbo a sus casas. Muchos se dirigen hacia el aparcamiento que ocupa todas las traseras del imponente edificio. Hay al menos cuatro filas eternas de vehículos estacionados. Más los que ocupan los escasos recovecos utilizables. En la parte más cercana al edificio tenemos un jardín con pinos cenicientos de mínima copa. 

   Suelo ir siempre con alguien, noche a noche, amigos del trabajo, aunque cada día la compaña es diferente así como los temas de conversación. 

   Como ya a estas alturas todo el mundo sabe, cuando llego al lugar donde creí haber aparcado, mi coche no está.





 














viernes, 20 de marzo de 2015

Ampliación de personal


   Se ha echado el Marino una secretaria bien pinturera. Observó con consternación y arrobo que en las últimas batallas repetía sin mucho ton y ningún son interpretes y aún canciones. A veces disimulaba y alegaba que era queriendo pero...

   Como siempre que le sale el ramalazo filósofo, ha intentado llegar al interior de la cuestión. Y son dos las posibilidades más probables que expliquen estas taras en nuestro Gulliver, máculas que no llegan a anular la verdadera sustancia de todo esto, pero que la emborronan. 

  O bien es porque las facultades de quien esto escribe van decayendo a agigantados pasos, siendo una de las partes más afectadas la memoria, o bien es que lo que cojea es la motivación (sería más punible)  y se aferre el abajo firmante a lo más reciente de lo que agrada a sus gustos, dándose el caso de que sus gustos se han vuelto cada vez más selectivos o quizá más simples o quizá más estrechos. 

   La verdad es que la secretaría que el Marino se ha echado tiene pinta de no distinguir una "p" de otra "p" parecida, no te digo ya de música. Con lo cual esto pasará a ser un mayor sinsentido, pero seguramente tenga su gracia. 

   De cualquier modo, ella será, desde ahora, la responsable del cacho sonoro de esta vaina.  












jueves, 19 de marzo de 2015

Sueños etcétera

   Pero saltémonos el cacho fractal de todo esto, que por ser o al menos parecer onírico puede conducirnos si no a la locura si a ninguna parte. 




   Termino mal que bien regresando a mi lugar de trabajo donde no hay hueco para mí y antes he atravesado una larga sala de compañeros amarrados a sus puestos y mi jefe no eres tú ni nadie que yo conozca y me encuentro incómodo sin encontrar mi sitio pero aparece el mismo u otro malencarado con el que volver a bajar a fumar, perdiéndome por el camino de regreso al mismo lío. Todo esto casi sin respirar.

   No son muy fructíferas mis mañanas profesionales, por las noches, como verás. Casi como las tardes marzales, por poner un ejemplo.

   Y hay más batiburrillos con el bajar, esta vez por las escaleras, y el subir, por otro ascensor inquietante, estrecho y hasta diría que mugriento. O eso solo lo he soñado. 

   Ni se sabe cómo, llega la hora de la salida. Y sí, también entonces se dan más problemas con la tarjeta y Loli y el querer salir por donde no es.

   Y es entonces y solo entonces cuando empieza el sueño que quería contarte. Que ya tenía yo ganas.












miércoles, 18 de marzo de 2015

Sueños varios relacionados (cont.)

   ¿Cómo soluciono el problema de no saber entrar de nuevo en el edificio donde trabajo? Aquí las alternativas son variadas, dependiendo de la noche. 

   Lo normal es que intente alcanzar la puerta principal pero esos días me suelo perder más, en otros sueños que nada tienen que ver con este.




   Otras veces ocurre que, bien porque me lo diga algún paseante al que haya inquirido, bien por descubrirlo por casualidad, encuentro un portalito que justo antes no estaba, o no había caído yo en su cuenta, estrecho y oscuro (algún día tiene forma de cabina de fotomatón). Allí, casi al tacto, me topo con la puerta de un ascensor igual de estrecho e igual de oscuro. A veces subo con un matrimonio mayor, ella muy afectada, él suplicando perdón por el comportamiento de su esposa. 

   Y aquí ocurre que tengo los mismos problemas de ubicación que al principio del sueño, con lo que este adquiere forma de bucle de difícil escapatoria.











martes, 17 de marzo de 2015

Sueños 3, 21, 34... continuación

   Todos mis compañeros, además, en esa zona, se muestran afanosos como nunca los he visto, y no me prestan la más mínima atención. Las mesas están cubiertas de planos desenroscados, que examinan en busca de algún enigma, lo cual también me provoca una rara sensación. ¿Planos?



   Como Dios aprieta pero no ahoga, cuando mi aguante está a punto de agotarse, aparece por allí un presunto conocido. Y digo presunto, imaginarás, porque a mí esa persona no me suena de nada. Y encima tiene en el rostro marcada la malicia. En la mirada, qué sé yo. En el espejo del alma. Pero como allí tampoco pinto yo nada, acepto su invitación de bajar a la calle, a echar un cigarro. 

   Como esto se repite sueño a sueño, da lugar a más y más equívocos. Ya que cada día aparecemos en un paisaje distinto por más que todos están justo-justo en las traseras del edificio, en su punto nordeste. 

   Mi presunto conocido me informa, a los pocos minutos, que tiene que hacer un recado. Esto pasa todos los días aunque los recados son diferentes y todos bastante peregrinos. Y aquí llega el momento en el que, terminada la última calada, me pasa que no sé regresar otra vez al edificio.     



   










lunes, 16 de marzo de 2015

Sueño recurrente (siguiente capítulo)

   Termino llegando, mal que bien, a mi despacho. Peor que mal ya que es mi despacho y no lo es, está mi jefe pero no eres tú sino otro que encima no te sustituye a ti sino a otro antiguo jefe. También es una faena porque para llegar tengo que atravesar un amplio habitáculo donde permanecen encadenados a sus mesas mis antiguos compañeros. No todos. Solo están los que no me apetece un rábano saludar. Además, por encontrarse amarrados supongo, lucen un humor de los mil diablos.  A mis preguntas contestan con indicaciones confusas y poco aclaratorias. Cuando llego a mi lugar, que se encuentra al final de la larga pieza, es como que no llego ya que ha cambiado del todo el diseño de mesas y archivadores y donde estaba la mía ya no está. Los intentos por ubicarme no dan frutos. Y para mi ánimo esa situación es pésima. Estar en tu trabajo sin encontrar el lugar en tu trabajo.











viernes, 13 de marzo de 2015

Sueños 3, 21, 34, 51, 55... (sueño recurrente)

   Te he de contar el sueño ese tan recurrente, con algún detalle más, por ser cuestiones significativas si lo que quieres es comprender los laberintos de mi interior. Nada menos. 

   En fin. Se trata de que voy a currar, por la mañana. Creo recordar que la noche anterior ha sido larga y mi estado muy mejorable. Aún no ha amanecido. Casi siempre voy con alguien. Aunque no todas las veces. Eso sí, impepinablemente voy como con prisa. 

   Como impepinablemente el edificio es el mismo, noche tras noche. Un cruce  entre college británico y la masión de los Monster. Mole a la que se llega por una imponente escalinata. Los accesos son acristalados, de puertas correderas y automáticas. La garita de seguridad, del mismo material, se encuentra a la izquierda. Loli es la que suele atender. Rubén nunca. Algunas noches he tenido serios problemas para entrar. La tarjeta, que no me funcionaba o algo por el estilo. Las mañanas varían cada noche, eso sí. Aunque siempre con líos. Líos absurdos y recurrentes como el propio sueño. 

   Algún día, el interior es de parecida estructura al instituto de mi feliz adolescencia,  pero con añadidos que me despistan. Donde debía estar la sala de profesores hay una capilla enorme, de nogales, que también debe de usarse para las votaciones y otros actos solemnes. Siempre la he visto vacía. Si me empeño en dirigirme a mi despacho por ese camino, que no es el natural, termino perdido. En pasillos de interminables puertas que abro al azar con variopintos resultados. A menudo llego a lo que parece ser el despacho de los jefes. Las secretarias me preguntan por mis intenciones y tengo que improvisar algún cuento. Otras veces, tras la puerta están los de económicos. Solo reconozco a Meli y a Jesús. Pero hay más. Es un despacho angosto, mal iluminado, con varias alturas. Muy poco funcional, he de decirte. Es como montar un oficina en una escalera de caracol. Me da pena que estén trabajando allí.










jueves, 12 de marzo de 2015

Sueños 3, 21, 34, 51... (frequentissima somnium)

   Pues sí, llevo una temporada tirando a larga con un sueño pero que muy recurrente. Tiene que ver con que pierdo el coche. No lo encuentro. Por más que busque. 

   Yo también he pensado que pueda deberse a los problemillas que últimamente he tenido con él. Simples problemillas pero bastante complicados de resolver. Y eso, a mí, me pone muy nervioso. 

   Pero también he pensado que ese sueño, clavado, muchas noches, lo he soñado antes de que los problemillas se dignasen en aparecer, con lo que va a ser este un sueño, además de recurrente, muy pero que muy premonitorio.



   Repito hoy grupo que puse recientemente. No al descuido sino que estos sonidos tan pausados vienen bien para nuestras almas, en estos trances laborales. 







miércoles, 11 de marzo de 2015



   Bueno.

   Vamos a ver.

   Si queremos que el torero entre ya a matar, una vez que tiene ya al animal más que cansado aburrido, tendrá el escribidor que tomar alguna medida de esas que llaman tácticas. 

   En primer lugar, quizá sea necesario olvidarnos (en la narración y en nuestra propia mente) de la presencia en el lugar de Arturito y de su estado cerebral. 

   También habremos de dejar a un lado tanto la decoración del local como su banda sonora y la iluminación reinante, por ser algo que al Marino le viene obsesionando estos últimos días. 

   Ya que a la memoria tampoco le viene, obviaremos cualquier referencia a la estación o al mes; al ciclo de la luna; al clima también por lo tanto.

   Por adelgazar más el camino y hacerlo así más visible, no nos detendremos de ningún modo en calificativos de cualquier especie y reduciremos los relativos al mínimo. 

   Dejaremos también de pensar en el narrador y el tiempo verbal a utilizar. Ni en la voz o en la dicotomía realismo/fantasía. No utilizaremos ningún punto de vista y argumento... pues tampoco tenemos. No perderemos un segundo, faltaría, en calibrar la profundidad de los personajes ni la velocidad que le impondremos al ritmo. No acotaremos y nos olvidaremos del discurso. 

   Por dejar a un lado, quizá también debamos hacerlo con "las chicas", con lo que se nos acabaría el conflicto.

   A la mierda el suspense.

   Qué locura.











martes, 10 de marzo de 2015

Disimulando

   [Continúa del anterior]




   Luego he pensado, sin querer, que imagínate que no te gustase pero que nada esto que escribo, o cómo lo escribo, la temática, el estilo, el tono, el vocabulario, qué sé yo. O la falta de todos ellos. Y que como un cierto cariño sí que me debes de tener, por el hecho de no herir mis sentimientos, siempre tan a flor de piel, optases la primera vez por un silencio respetuoso, una sonrisa cómplice que yo, como siempre, no llegase a captar. Y luego te pensases: "Bueno, ya se cansará. Seguro que en unos días lo deja". Como hubiera sido lo normal, que soy la inconstancia en esencia.  

   Y luego, ya, según la cosa fue alargándose en forma de lío ya no viste ocasión, ya no fuiste capaz ,ya que pensaste que el daño iba a ser mayor. Si total...











lunes, 9 de marzo de 2015

Sincera declaración

   No. Si a mí me gustaría continuar con la historia de Gulliver. Meterme ya en el charco. Solventar el escollo con un par de docenas de páginas plagadas de subordinadas y sobrentendidos y ponerle ya el punto final a esta, nuestra obra.

   Así que no se entiende esa resistencia invisible que se me planta enfrente y por más que pugne yo, hecho un carnero, contra ese muro, lo único que consigo es agotarme con el esfuerzo. 

   Si creo haberte dicho alguna vez que hay que dejar a la vida transcurrir. Que no hay necesidad de estar todo el día con el ojo pegado. 












viernes, 6 de marzo de 2015

El milagro cotidiano

   Mas hízose el milagro, improbable a todas luces, como por fuerza había de ser, de que la promesa iba siendo cumplida, con mayor o menor tino, a veces por los puritos pelos, pero siempre con puntillosa puntualidad. Milagroso, claro.




   Hubo días en que ni el profeta confiaba en sí mismo. No sabe ni cómo solventó los escollos. Una visita a media tarde (inesperada), un cólico repentino de Tron (o que le picó una avispa, que es, el pobre, alérgico), los exámenes de la Pollo que, como ella no tardaba en recordar, eran más importantes en aquel momento que la vida entera del Marino. La simple pereza, que te abotaga y a la que no hay que evitar.

  Y el Marino dice a todo que sí. 


-·-







jueves, 5 de marzo de 2015

Esfuerzo

   Dije en la anterior entrada que el esfuerzo había sido grande. Y me quedé, claro, muy corto. Ha sido atroz, terrible, sobrehumano.



   Tú imagínate al Marino, pendolista, que tiene una letra preciosa, pura tipografía suiza, limpia, asequible, de fácil delineo, de corrido aliento. Pero le dicen, a él, nada más que amanuense, que, encima, los trazos han de poseer la virtud de la razón o al menos del sentido.

  Podría, con esas premisas, aplicarse y lograr un cierto resultado, quizá engañoso o vacuo pero suficiente para dar el pego al más pintado. 

   La maldición homérica (pobre Penélope navegante, miserable ser despelujado) vendría cuando él mismo, tonto y ufano muchacho de tierra adentro, se puso por tarea dejar muchos días un cachito de piel agarrado a cada letra arial, a cada frase sublime, a cada página atroz. Cada día un viaje.

   Y es que se daban días en la vida del muchachito locatis en los que no quedaba un hueco para juntas letras, líneas, párrafos, con calografía correcta, quizá hasta bella, pero a la que había que buscar su argumento.

   Duro. Ha sido muy duro. 















miércoles, 4 de marzo de 2015

Lo que pasa

   Ya de hoy no puede pasar. Las chicas están en la puerta del bar. Arturo, catatónico. El escribidor de estas palabras, harto de demorar lo indemorable, un día y otro día y otro más. Ya no sabe el juntaletras si lo ha soñado o forman parte de lo real los consejos que le van llegando de diversas fuentes. Que ya vale, que arre o so. Que si no es capaz, más vale que lo deje de una vez por todas.   

   Lo que pasa es que estando ya tan cerca. 

   Lo que pasa es que ha sido tan grande el esfuerzo. 

   Cuando de chavales jugábamos al futbolín, y dado que todos teníamos parecida experiencia y maña, gran parte de éxito era debido a la guerra psicológica. Había que comerle la moral al contrario. Y acuérdate de que valía todo menos meter la mano. Podía mostrarse una fuerza brutal. Valía también agazaparse tras una piel de cordero para, en el momento preciso, en el momento justo, en el momento más insospechado, enlazar dos jugadas magistrales. Un gol desde el extremo izquierdo cuando todo hacía sospechar que la jugada iba a terminar con balón a la olla. Saque y presión con la media. La bola golpeaba el fondo rival y te llegaba a la línea de delanteros sin que el contrario llegase a olerla. Pase al delantero centro. Amago de desplazamiento hacia la derecha. Otro amago de idénticas maneras. Y soltar despacio la pelotita. Por el centro. Los defensores no estaban cubriendo la zona y el portero... ay, el portero, cuando le llegaba, a esas alturas, una pelota lenta, que no tocaba ir lenta, que parecía ir zigzagueando...  Un par de goles así hilvanados y válgame el cielo que la partida y la gloria eran tuyas. 



  Otra táctica, no por sobreusada menos eficaz, era la que había que utilizar cuando, por el mero desarrollo del juego y de la suerte, habías adquirido una ventaja considerable, pongamos que de tres a cero. A los rivales se les ponían las yugulares como cables de aleación. A un gol de pagar la apuesta y dejar el hueco a los siguientes contrincantes. Por relajo de nuestro equipo o por el mero transcurso del juego y el azar, te metían un gol. Te metían otro acto seguido. Ese era precisamente el momento de utilizar la táctica. Fácil. En nada sobrecargada.

   Había que decirles, con tono neutro, ritmo menguado y la sonrisa asomando: "Tanto, tanto navegar, para morir ahogados en la orilla".


  






martes, 3 de marzo de 2015

   La cosa es que, como era previsible, al bar donde yo tranquilamente esperaba llegó primero Arturito, en un estado ya de auténtica catatonia, sólo se le movían los ojos, como hacia arriba, ¿o era como para atrás?, la cara en una rigidez tirante y estupefacta, las comisuras de los labios hincadas en la mandíbula. Deduje (o solo imaginé) que había estado siguiendo a las chicas y que toda aquella parafernalia era para decirme que sí, que ya llegaban, que estaban prácticamente en la puerta.












lunes, 2 de marzo de 2015

   En La Luna ponían a los Waterboys y a Radio Futura, por ponerte dos ejemplos. Los camareros parecían todos recién acabados de salir de las clases de la tarde. Filosofía y Letras, Derecho, alguna filología. En ese plan. No se diferenciaban en nada de los clientes, con los que usaban un trato de complicidad distinto al que utilizaban con Gulliver. Es difícil de explicar, como todo, pero digamos que parecían querer agradarle, como que le prestaban una excesiva atención.