miércoles, 11 de marzo de 2015



   Bueno.

   Vamos a ver.

   Si queremos que el torero entre ya a matar, una vez que tiene ya al animal más que cansado aburrido, tendrá el escribidor que tomar alguna medida de esas que llaman tácticas. 

   En primer lugar, quizá sea necesario olvidarnos (en la narración y en nuestra propia mente) de la presencia en el lugar de Arturito y de su estado cerebral. 

   También habremos de dejar a un lado tanto la decoración del local como su banda sonora y la iluminación reinante, por ser algo que al Marino le viene obsesionando estos últimos días. 

   Ya que a la memoria tampoco le viene, obviaremos cualquier referencia a la estación o al mes; al ciclo de la luna; al clima también por lo tanto.

   Por adelgazar más el camino y hacerlo así más visible, no nos detendremos de ningún modo en calificativos de cualquier especie y reduciremos los relativos al mínimo. 

   Dejaremos también de pensar en el narrador y el tiempo verbal a utilizar. Ni en la voz o en la dicotomía realismo/fantasía. No utilizaremos ningún punto de vista y argumento... pues tampoco tenemos. No perderemos un segundo, faltaría, en calibrar la profundidad de los personajes ni la velocidad que le impondremos al ritmo. No acotaremos y nos olvidaremos del discurso. 

   Por dejar a un lado, quizá también debamos hacerlo con "las chicas", con lo que se nos acabaría el conflicto.

   A la mierda el suspense.

   Qué locura.











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