martes, 17 de marzo de 2015

Sueños 3, 21, 34... continuación

   Todos mis compañeros, además, en esa zona, se muestran afanosos como nunca los he visto, y no me prestan la más mínima atención. Las mesas están cubiertas de planos desenroscados, que examinan en busca de algún enigma, lo cual también me provoca una rara sensación. ¿Planos?



   Como Dios aprieta pero no ahoga, cuando mi aguante está a punto de agotarse, aparece por allí un presunto conocido. Y digo presunto, imaginarás, porque a mí esa persona no me suena de nada. Y encima tiene en el rostro marcada la malicia. En la mirada, qué sé yo. En el espejo del alma. Pero como allí tampoco pinto yo nada, acepto su invitación de bajar a la calle, a echar un cigarro. 

   Como esto se repite sueño a sueño, da lugar a más y más equívocos. Ya que cada día aparecemos en un paisaje distinto por más que todos están justo-justo en las traseras del edificio, en su punto nordeste. 

   Mi presunto conocido me informa, a los pocos minutos, que tiene que hacer un recado. Esto pasa todos los días aunque los recados son diferentes y todos bastante peregrinos. Y aquí llega el momento en el que, terminada la última calada, me pasa que no sé regresar otra vez al edificio.     



   










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