Ya lo dice Marías, que huye de ellos como de la peste. Mecagüen.
Pero a falta de otros mimbres y quizá con ánimo exorcizante tendré que intentar rematar este que ya hace tanto que he empezado.
Salida del trabajo. Por no sé qué extraños horarios está yéndose ya la luz del día. Trasiego de funcionarios rumbo a sus casas. Muchos se dirigen hacia el aparcamiento que ocupa todas las traseras del imponente edificio. Hay al menos cuatro filas eternas de vehículos estacionados. Más los que ocupan los escasos recovecos utilizables. En la parte más cercana al edificio tenemos un jardín con pinos cenicientos de mínima copa.
Suelo ir siempre con alguien, noche a noche, amigos del trabajo, aunque cada día la compaña es diferente así como los temas de conversación.
Como ya a estas alturas todo el mundo sabe, cuando llego al lugar donde creí haber aparcado, mi coche no está.
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