En fin. Se trata de que voy a currar, por la mañana. Creo recordar que la noche anterior ha sido larga y mi estado muy mejorable. Aún no ha amanecido. Casi siempre voy con alguien. Aunque no todas las veces. Eso sí, impepinablemente voy como con prisa.
Como impepinablemente el edificio es el mismo, noche tras noche. Un cruce entre college británico y la masión de los Monster. Mole a la que se llega por una imponente escalinata. Los accesos son acristalados, de puertas correderas y automáticas. La garita de seguridad, del mismo material, se encuentra a la izquierda. Loli es la que suele atender. Rubén nunca. Algunas noches he tenido serios problemas para entrar. La tarjeta, que no me funcionaba o algo por el estilo. Las mañanas varían cada noche, eso sí. Aunque siempre con líos. Líos absurdos y recurrentes como el propio sueño.
Algún día, el interior es de parecida estructura al instituto de mi feliz adolescencia, pero con añadidos que me despistan. Donde debía estar la sala de profesores hay una capilla enorme, de nogales, que también debe de usarse para las votaciones y otros actos solemnes. Siempre la he visto vacía. Si me empeño en dirigirme a mi despacho por ese camino, que no es el natural, termino perdido. En pasillos de interminables puertas que abro al azar con variopintos resultados. A menudo llego a lo que parece ser el despacho de los jefes. Las secretarias me preguntan por mis intenciones y tengo que improvisar algún cuento. Otras veces, tras la puerta están los de económicos. Solo reconozco a Meli y a Jesús. Pero hay más. Es un despacho angosto, mal iluminado, con varias alturas. Muy poco funcional, he de decirte. Es como montar un oficina en una escalera de caracol. Me da pena que estén trabajando allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario