Se ha echado el Marino una secretaria bien pinturera. Observó con consternación y arrobo que en las últimas batallas repetía sin mucho ton y ningún son interpretes y aún canciones. A veces disimulaba y alegaba que era queriendo pero...
Como siempre que le sale el ramalazo filósofo, ha intentado llegar al interior de la cuestión. Y son dos las posibilidades más probables que expliquen estas taras en nuestro Gulliver, máculas que no llegan a anular la verdadera sustancia de todo esto, pero que la emborronan.
O bien es porque las facultades de quien esto escribe van decayendo a agigantados pasos, siendo una de las partes más afectadas la memoria, o bien es que lo que cojea es la motivación (sería más punible) y se aferre el abajo firmante a lo más reciente de lo que agrada a sus gustos, dándose el caso de que sus gustos se han vuelto cada vez más selectivos o quizá más simples o quizá más estrechos.
La verdad es que la secretaría que el Marino se ha echado tiene pinta de no distinguir una "p" de otra "p" parecida, no te digo ya de música. Con lo cual esto pasará a ser un mayor sinsentido, pero seguramente tenga su gracia.
De cualquier modo, ella será, desde ahora, la responsable del cacho sonoro de esta vaina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario