martes, 30 de septiembre de 2014

Recapitulemos, ahora sí.

   Para que digan que no eres valiente, escritorzucho. Que has decidido continuar con estas tareas sabiendo de la dificultad que desenmarañar el ovillo entraña. Te dejaremos tranquilo, para que puedas recapacitar.




-o-

   Gulliver sigue perdido en la ciudad innombrable.

   Ya que el indio rastreador que en su busca mandaron, como buen andino, tiene un concepto diferente de la palabra tiempo y se anda comiendo un helado y pensando en sandeces. 

   En el barco esperan noticias.

   En estas, se le mueren a un amigo del narrador sus dos padres en breve lapso de tiempo. Eso hace bullir en la mente del relator un puñado de pensamientos y en su estómago un montón de emociones.  

   Que intenta explicar pero no sabe hacerlo.

   También nos falta de contar (hemos de reconocerlo) la segunda lección vital que un muchacho sacó de un campamento de verano.












lunes, 29 de septiembre de 2014

Recapitulemos

   Vaya loquito que se nos ha puesto el gulliver estos últimos tiempos. Lo mismo se pira por afluentes de afluentes de afluentes que hace chas y se convierte en toda una colección de muñecas chinas. ¿O eran rusas, las muñecas, y lo que son chinas son las bolas?

   Así anda gulliver.




   Recapitulemos pues, pero no antes de haber recapacitado. 

   ¿Vas a ser capaz, juntaletras, de revertir todo este gurruño de idas y venidas (hacia ningún lado, además) en algo legible y que encima apetezca leer?

   No, escritorucho, no te apresures en contestar. Piensa, piénsalo. Al menos hasta mañana.










viernes, 26 de septiembre de 2014

Cuento (inventado)

   Érase una vez de un niño que vivía en un pueblo del alfoz.

   Como era un pueblo del alfoz y con el desarrollismo de los 90 y primeros dos mil, el pueblo había decuplicado su población, gente joven, en su mayoría, que iniciaba allí una nueva vida.

   Así es como llegó el niño a ese pueblo. Había aumentado tanto la población que se hizo necesario el arbitrio de una autoridad, válgase la redundancia. Sacaron desde el ayuntamiento una plaza a concurso, para policía local, y esa (precisamente) era la profesión del padre del chaval. 

   Consideró la familia el componente pecuniario pero, sobre todo,  la oportunidad de regresar a escasos kilómetros del lugar del que tuvieron que partir cuando (el niño aún no había nacido) le dieron al recién graduado su primer destino. Un traslado más que hicieron con la alegría de saber que bien podía tratarse del definitivo.

   El niño fue creciendo en ese pueblo, sano y fuerte. Tenía un grupo amplio de amigos y la bicicleta por vehículo habitual. Cuando la mayoría soñaba con ser futbolista o cantante él ya sabía que sería piloto de avión. Ni la madre ni el padre sabían de dónde le había venido al muchacho la vocación ya que en la familia no había antecedentes. 

   Casi no se veía el techo de su habitación, de como lo tenía plagado de maquetas de aeroplanos que simulaban volar. Incluso tenía ya echado el ojo a un aeromodelo en la tienda que había en la calle Nuño Rasura, dedicaba en exclusiva a todo lo que con el modelismo  estuviese relacionado. El avioncito le sería regalado en cuanto acabasen las clases y sacase, como solía, unas excelentes notas.

   Mas hete aquí que llegó al mundo un nuevo invento que le volvió loquito. 

   Sí, casi cada día en los noticiarios salía una primicia de una nueva y curiosa utilidad que le habían encontrado a ese tipo de aparatitos que eran como insectos gigantes voladores, todo patas y alas en hélice. Sí, los drones. 

   Armado con la caja de herramientas de su padre, materiales que vete a saber de donde sacaba y una maña envidiable, el muchacho tardó ocho meses en construir un engendro que, según sus previsiones, minuciosamente calculadas, era capaz de volar. 

   Como su padre le había prevenido de la cantidad de permisos y burocracias necesarias para que dichos bichitos pudiesen despegar en el marco de la legalidad, decidió el chico levantarse un día apenas amanecido, en la ingenua creencia de que a aquellas horas aún no funcionaba el mundo. Y sin moverse del porche de su casa, con un joystick conectado a su portátil, se pegó un viaje de casi una hora por todo el pueblo, cómo no, a vista de pájaro. Ya que, había acoplado al animal volador una minúscula cámara que había recuperado de un ordenador antiguo.

   Orgulloso de  su proeza, editó el vídeo y decidió que ese sería el regalo que le haría a su padre en su ya cercano cumpleaños. 

   Y le encantó a su padre el obsequio. Pero se quedó bastante perplejo al observar con una claridad inusitada que en más del cincuenta por ciento de los jardines que iban desfilando por la pantalla, celdas de un tablero informe, había plantadas, bien en tiestos, bien en pequeños huertos, hermosas plantas de marihuana.









lunes, 22 de septiembre de 2014

Hoy, palabras de otros



Dejé un buen trabajo en la ciudad, 
curraba para el jefe cada día y noche, 
y nunca perdí ni un minuto de sueño 
preocupándome por lo que podía haber sido. 

Sigue girando, gran hélice, 
sigue humeando Proud Mary, 
rodando, rodando y rodando por el río. 

Lavé montones de platos en Memphis, 
bombeé un montón de dolor en Nueva Orleáns, 
pero no vi el lado bueno de la ciudad 
hasta que me di una vuelta en un barco de vapor. 

Sigue girando, gran hélice, 
sigue humeando Proud Mary, 
Rodando, rodando y rodando por el río. 

Rodando, rodando y rodando por el río. 
Si bajas junto al río, 
Seguro que encontrarás a gente que vive por ahí. 

No te preocupes si no tienes dinero, 
porque a la gente del río le encanta dar. 

Sigue girando, gran hélice, 
sigue humeando Proud Mary, 
rodando, rodando y rodando por el río. 

Rodando, rodando y rodando por el río. 

Rodando, rodando y rodando por el río. 

Rodando, rodando y rodando por el río.

viernes, 19 de septiembre de 2014


   Me planté en el tanatorio la tarde siguiente, que era cuando decía el mensaje del amigo común que empezaba el duelo. Nunca había oído que se demorase tanto un asunto. 

   Intenté ir a una hora intermedia, prudencial, por no ser muy molesto, pero, como siempre, llegué el primero, al parecer. Justo un poco después de los oferentes. 

   Rosa, la mujer, hablaba por el móvil (a la puerta de la sala 4, según indagué) pero, como es hembra y sabe hacer más de una cosa al tiempo, me dio un beso cariñoso y me arrastró al interior, donde tardé unos segundos en localizar a mi amigo. Eso me pasa por los nervios, ya que estaba donde debía estar. Sentado en una silla, a pocos metros de su madre difunta. 

   Vestía de oscuro y llevaba unas gafas oscuras, que no se quitó en ningún momento, en los días siguientes. 

   Sí. Hubo abrazo fuerte y largo y el no saber qué decir. Mi amigo estaba realmente jodido. 







jueves, 18 de septiembre de 2014

El rito. El duelo.

   No te puedes hacer una idea de cómo me afectan estas cosas a mí. 

   Sí, sí. Ya estoy talludito y curtido en ciertas batallas pero no veas cómo se me incrustan en la cabeza esas metrallas que vienen con según qué noticias. Me las voy quitando una a una, sin daño, sin esfuerzo. Aunque vete a saber qué fluidos depositan, en minúsculas dosis, las jodidas, que te tienen la noche en danza. 

   (Se necesitarían varios tomos para aclarar estas cosas. Se necesitaría más de una vida y solo tenemos esta. Imagina, así pues, Luis, y rellena estas pérfidas elipsis).












miércoles, 17 de septiembre de 2014


   Me pasé mucho rato así, pensando en mi amigo, que más que amigo era padre. Mi segundo padre. Seguro que ya te lo haya contado aquí. Un segundo padre por el mero hecho de tener un año más  e ir pasándole las cosas a él un poco antes. Esas cosas que pasan a esos años, donde un día es ya una eternidad. A él le pasaban un poquito antes y nos las transmitía sin darse alardes, nada más por que no nos pillasen de sopetón. 

   Era y es una buena persona, de las que no caben doce ni de coña en una docena. 

   Con tanto misterio de no llamarle y tan pocas noticias que de él llegaban, fue complicado saber cómo proceder.



   



martes, 16 de septiembre de 2014

La racha

   Habían pasado doce días y ya habíamos agotado las breves vacaciones. Esta vez estaba yo en el porche de casa, leyendo algún suplemento atrasado, cuando llegó el mensaje. El emisor era otro amigo común y la primera pantalla anunciaba la muerte de la madre de... Le di con el dedito al cristal para que las palabras siguieran fluyendo y casi no me lo podía creer cuando vi que el afectado era el mismo gran amigo de días antes. En el mensaje se decía que Rosa (su mujer) nos conminaba a no llamarle, por ser así el deseo de nuestro amigo. Le agradecí al amigo común el aviso, comentándole sobre la pésima racha. Y me quedé pensando mucho rato. 









lunes, 15 de septiembre de 2014

   Tocaría ahora, ya mismo, hoy, rematar la historia del campamento y volver a la corriente madre, desandando este afluente, uno más de los muchos con los que nos vamos encontrando, río arriba, y que navegamos cansinos para demorar más allá de lo posible nuestro destino final. 

   Tocaría contar qué hicieron los manditos del acuartelamiento de muchachos para darles una lección que no olvidarían en sus vidas. Yo, al menos, no la he olvidado.

   Pero en estas se acerca la vida, esa compañera. Nos reclama la vida y, claro, hay que atenderla.

   Estábamos en Ribadesella, en la austera terraza de nuestro alejamiento (me diga, alojamiento), cuando (vía whatsapp, qué maneras) nos llegó la noticia del fallecimiento del padre de un amigo muy amigo. Un amigo de siempre. Por sernos difícil, por la distancia, asistir a su enterramiento, le llamé y estuvimos un rato hablando. 








jueves, 11 de septiembre de 2014

   Sí, Luis. Ya hace mucho que lo has adivinado, que el librito de las instrucciones (que lo mismo había ideado hasta Baden Powell en sus postrimerías) llevaba (en sus recetas finales) protocolo de actuación en caso de cadena de hurtos, ya que la verdad, aquello a robos no llegaba. 

   Se notaba tensión, mascándose, incluso, entre la oficialidad del campamento. Se notaba en que los mandos más abstrusos y viles se encontraban como ausentes, ensoñados. Y los pocos que se habían mostrado más cercanos a la tropa, ya fuese por edad o por su natural manera de ser, nos huían temiendo contagiarse o soltar una prenda que les estaba prohibido soltar. 

   Los muchachos, claro, acostumbrados que estábamos, nos temíamos lo peor y más probable. 

   Pero la verdad es que fuimos sorprendidos por el remedio que desplegaron. Es lo que tienen los libros de instrucciones. 








miércoles, 10 de septiembre de 2014

De aquí para allá.

   Se despertó el muchacho de su ensoñación. El helado se había derretido y sobrepasaba con holgura los límites del platillo que la heladera, previsora, le había proporcionado. Dudó si arreglar el desaguisado sirviéndose del servilletero que al efecto había (uno en cada mesa). 

   Quiso calcular el chaval el tiempo transcurrido y hasta hizo un intento práctico, tomando como medidas la cantidad de helado derramado, la temperatura ambiente (alta-medio alta) y un par de coeficientes al caso. Ya que, lo que se dice a simple vista, tan solo un par de muescas se habían deslizado en el minutero.  

  ¿Sería capaz, pues, el chico, de detener el tiempo? 












martes, 9 de septiembre de 2014



   Al final del libro de instrucciones de cómo manejarse en un campamento de verano venía una especie de recetario, unas pocas hojas con supuestos prácticos quizá no muy probables pero de algún modo posibles, y que servirían, dado el caso, de guía o al menos de modelo inspirador de soluciones rápidas contra los contratiempos. Muchas tenían que ver con accidentes o enfermedades, manualito de primeros auxilios, pero las había francamente curiosas, dados los tiempos que corrían. Se hablaba hasta de una insurrección general de los muchachos, algo impensable ni en el más estrambótico de los sueños, tal era nuestra mansedumbre. 

   O de hasta dónde permitir el acercamiento en la fiesta de hermanamiento con las chicas del campamento de al lado. Ya te digo, impensable. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

Dos lecciones

   Cuando se me farfulló la sintaxis (¿o fueron los extraterrestres?) estaba tratándote de explicar dos lecciones que saqué de aquellos años mozos. Una, la de cazador, ya te la he contado y no la he vuelto a practicar. Aunque me sirvió para conocer al primer vistazo a según qué gente y sus calañas.

   La otra no fue menos didáctica.

   Ocurrían robos, en aquel campamento que ahora me acuerdo que se llamada de Santa María la Mayor. Por más que he buscado, nunca encontré atisbo de campamento dedicado a su hermana pequeña o menor, aunque quizá exista. 

   Lo de ocurrir robos tenía una importancia capital en nuestras incipientes conciencias. Y si así no fuese, ya estaban allí los mandos para recordárnoslo a cada rato. Tenía el asunto su mandamiento y todo, el séptimo si la memoria no me falla, solo alejado dos puestos del quinto, súmmum este de la maldad, lo peor de lo peor.

   La verdad es que eran hurtos de poca monta pero su progresiva acumulación fue dándoles un cariz casi de presencia demoníaca. Y es que ocurrían a cada rato. Aquello se les podía ir de las manos. 

   Yo, por experiencia, tenía fundadas sospechas de quién podía ser el autor de al menos parte de las sustracciones pero ya entonces no era amigo de las delaciones. 



   Hay libro de instrucciones, Luis. Yo lo he visto. Hay decálogo o norma de procedimiento, manual, qué sé yo cómo lo llaman, para el manejo de grupos (de tamaño medio) de púberes y adolescentes alejados de sus ambientes. El libro, a base de experiencia, va demarcando las consecutivas etapas por las que, a buen seguro, va transitando la manada. Primer día: acarajote y toma de posiciones. Pocos problemas para los monitores. Método pastoreo y dos o tres alardes de fuerza, no muy estridentes. Los individuos son poco receptivos al tratamiento pero, se sospecha, este deja una huella apenas insinuada pero suficiente para ir amojonando el camino que la manada ha de seguir hasta llegar a la meta. 

   Quinto día. Ya tienen explorado el territorio, y los más fuertes del grupo harán un primer intento de tomar el control. Suelen ser acciones individuales y con poca convicción. Fáciles de reducir al absurdo. No pisotear en exceso a la víctima para no ganarse enemigos gratuitamente. Vigilar que estos intentos no ocurran en serie, por el posible contagio y la creación de sinergias no deseadas. 

   Noveno día. Los sentimientos afloran. Interactuar solo en los casos aparentemente más severos. No dejarse enternecer por las lágrimas. 







viernes, 5 de septiembre de 2014

ONU ONU (con música de Neneh Cherry)



   Sí, Luis, las cosas que tiene la vida. Fui a casa de Jimmy y se me arremolinó el Gulliver y cogió vida propia y sospecho que un poco extraterrestre. Se armó, sin aviso alguno, con palabras de otro Jaime, este James, así que a lo grande. Qué fuerte no. Como un escribiente poseído por la locura pero sin efectos secundarios. 

   Lento de reflejos, me horroricé al principio. Pero, que conste, tardé tres días en atreverme a borrar de aquí esos dislates. Luego, me rogaste, educadamente, que no te los arrebatara y los he vuelto a ir poniendo, de a pocos, sin la quizá debida traducción o al menos escueta nota al pie. ¿O esto que ahora escribo lo es?


·o·

   ONU ONU cacé al murciélago. Los demás quedaron asombrados. Yo me asombré mucho más. Me asombré a mí mismo y con las cosas que a veces tiene la vida. 

   Y aún así, el epílogo es triste, quizá deba serlo por definición.

   Los mandos (enseñoreados) me arrancaron la gorra de las manos. Y dentro de la gorra estaba escondido el animal (caliente, palpitante, asustado). Lo hizo el peor de todos ellos, lo de ponerle un cigarro encendido en la boca, al bicho, y ver y a la vista de todos cómo el pobre animal lo iba consumiendo, con lo ojos desorbitados y un gesto de terrible angustia. El hijo de puta.








jueves, 4 de septiembre de 2014

Cómo se caza un murciélago (lección práctica)

   Practicamente Arranque mi boina de la cabeza y ONU de la estafa Movimiento de vaivén de mi mano, la lancé un los aires. FUE Subiendo perpendicular al Terreno un Una VELOCIDAD no uniforme desacelerada progresivamente Sino, Todo Ello debido a la forma de Haber Sido Lanzada. Giraba Sobre Sí Misma Con el rabillo Por centro de TODO el Asunto. ASI Y, MIENTRAS SUS compañeras Subian Transición sen y, empezaban a caer un La Misma VELOCIDAD, la mía, Una Vez Alcanzado do cénit, do contuvo Alli ONU breve Espacio de Tiempo, desgastando do giro. Como Fue un Ser Que Termino estacionada una Pocos Centímetros de la hocicuda Nariz del murciélago, del Que, alturas ESTAS, ya practicamente nos habiamos Olvidado, Y Que negro era el color do, el animal, Por mero instinto, procedió a Huir Hacia la oscuridad . Chocó justo en La Mitad de Lo Que párr era EL ONU Agujero peso y estafa do diminuto, agotó la POCA inercia Que la prenda AÚN poseía y Ambos, en amasijo, cayeron al Consuelo.