miércoles, 10 de septiembre de 2014

De aquí para allá.

   Se despertó el muchacho de su ensoñación. El helado se había derretido y sobrepasaba con holgura los límites del platillo que la heladera, previsora, le había proporcionado. Dudó si arreglar el desaguisado sirviéndose del servilletero que al efecto había (uno en cada mesa). 

   Quiso calcular el chaval el tiempo transcurrido y hasta hizo un intento práctico, tomando como medidas la cantidad de helado derramado, la temperatura ambiente (alta-medio alta) y un par de coeficientes al caso. Ya que, lo que se dice a simple vista, tan solo un par de muescas se habían deslizado en el minutero.  

  ¿Sería capaz, pues, el chico, de detener el tiempo? 












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