viernes, 19 de septiembre de 2014


   Me planté en el tanatorio la tarde siguiente, que era cuando decía el mensaje del amigo común que empezaba el duelo. Nunca había oído que se demorase tanto un asunto. 

   Intenté ir a una hora intermedia, prudencial, por no ser muy molesto, pero, como siempre, llegué el primero, al parecer. Justo un poco después de los oferentes. 

   Rosa, la mujer, hablaba por el móvil (a la puerta de la sala 4, según indagué) pero, como es hembra y sabe hacer más de una cosa al tiempo, me dio un beso cariñoso y me arrastró al interior, donde tardé unos segundos en localizar a mi amigo. Eso me pasa por los nervios, ya que estaba donde debía estar. Sentado en una silla, a pocos metros de su madre difunta. 

   Vestía de oscuro y llevaba unas gafas oscuras, que no se quitó en ningún momento, en los días siguientes. 

   Sí. Hubo abrazo fuerte y largo y el no saber qué decir. Mi amigo estaba realmente jodido. 







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