Se notaba tensión, mascándose, incluso, entre la oficialidad del campamento. Se notaba en que los mandos más abstrusos y viles se encontraban como ausentes, ensoñados. Y los pocos que se habían mostrado más cercanos a la tropa, ya fuese por edad o por su natural manera de ser, nos huían temiendo contagiarse o soltar una prenda que les estaba prohibido soltar.
Los muchachos, claro, acostumbrados que estábamos, nos temíamos lo peor y más probable.
Pero la verdad es que fuimos sorprendidos por el remedio que desplegaron. Es lo que tienen los libros de instrucciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario