Tocaría contar qué hicieron los manditos del acuartelamiento de muchachos para darles una lección que no olvidarían en sus vidas. Yo, al menos, no la he olvidado.
Pero en estas se acerca la vida, esa compañera. Nos reclama la vida y, claro, hay que atenderla.
Estábamos en Ribadesella, en la austera terraza de nuestro alejamiento (me diga, alojamiento), cuando (vía whatsapp, qué maneras) nos llegó la noticia del fallecimiento del padre de un amigo muy amigo. Un amigo de siempre. Por sernos difícil, por la distancia, asistir a su enterramiento, le llamé y estuvimos un rato hablando.
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