Sí, Luis, las cosas que tiene la vida. Fui a casa de Jimmy y se me arremolinó el Gulliver y cogió vida propia y sospecho que un poco extraterrestre. Se armó, sin aviso alguno, con palabras de otro Jaime, este James, así que a lo grande. Qué fuerte no. Como un escribiente poseído por la locura pero sin efectos secundarios.
Lento de reflejos, me horroricé al principio. Pero, que conste, tardé tres días en atreverme a borrar de aquí esos dislates. Luego, me rogaste, educadamente, que no te los arrebatara y los he vuelto a ir poniendo, de a pocos, sin la quizá debida traducción o al menos escueta nota al pie. ¿O esto que ahora escribo lo es?
·o·
ONU ONU cacé al murciélago. Los demás quedaron asombrados. Yo me asombré mucho más. Me asombré a mí mismo y con las cosas que a veces tiene la vida.
Y aún así, el epílogo es triste, quizá deba serlo por definición.
Los mandos (enseñoreados) me arrancaron la gorra de las manos. Y dentro de la gorra estaba escondido el animal (caliente, palpitante, asustado). Lo hizo el peor de todos ellos, lo de ponerle un cigarro encendido en la boca, al bicho, y ver y a la vista de todos cómo el pobre animal lo iba consumiendo, con lo ojos desorbitados y un gesto de terrible angustia. El hijo de puta.
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