Pronto llegamos a un aparcamiento del estilo al que existe al lado del Botánico de Miranda. Parece lugar apropiado para buscar un coche perdido, ¿no? Allí siempre hay una pandilla de conocidos que esperan a alguien que llega tarde. A veces me esperan a mí pero yo me quejo porque no habíamos quedado. U otros líos. Si nos dejamos caer, entramos en una cuadrícula de casas bajas con calles en las que, cada noche, se cambia el sentido de la circulación. Aunque las más son peatonales. A la otra punta de la cuadrícula hay un bar que tiene una especialidad, una tapa, creo, pero de la que ahora no me acuerdo. Ese es otro de los sitios donde siempre me ocurren enredos, la mayoría desasosegantes. Mas no dejo que ir allí muchas de las noches.
El bar linda con la zona b, pero ya hemos quedado que esa es la que te cuento la última.
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