lunes, 26 de mayo de 2014

De los efectos del aguardiente en la tripulación (2)

   Es en esas comidas que la sobremesa se va alargando. Y siempre hay un voluntario que se ofrece a prepararnos el café. 

   Gulliver, café no toma ya que aunque falta mucho para que se vaya a acostar la droga se le enraíza en las venillas de la cabeza y le tiene la noche en vela. 

   El voluntario acompaña el café con unos vasos fríos y unas botellas. Y como ya nos nos quedan secretos, hablamos sin cautela ni miramientos. Siempre hay alguno más pendenciero mas suele ser también corto de entendimiento (que igual vienen en el mismo lote las dos cualidades juntas) y los demás le cosen a chuscadas. 

   Ya al que se pone muy pesado, totalmente insoportable, le tiramos por la borda. Al poco, lanzamos un salvavidas a su lado con un cordelón para subirlo. Aún no se ha dado el caso de que alguien careciese  de seso en tal grado que ni acertase a agarrar al flotador. Se ve que la mar espabila. Mucha agua junta. 

   Supongo que, de darse el caso, alguno se tiraría en su socorro.







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