lunes, 19 de mayo de 2014

Rumbo hacia el Sur

   De chaval nunca tenía frío. A Lucía le pasa lo mismo. Deben de ser cosas de la edad. También prefería la noche al día, ya te lo he contado. Las madres me reñían. "Pero súbete ese chambergo", e intentaban hacerlo ellas mismas ante mis risas. Mi madre, no sé las otras, llevaba regular lo de mis trasnochos pero intentaba disimularlo. Eso sí, en cuanto oía abrirse la cerradura de la casa, se plantaba una bata y me salía a recibir. Me preparaba algo de comer y se sentaba a mirarme. Yo iba untando en pan la yema amarilla y también la miraba. Hablábamos de todas las cosas, sin presas ni otras ingenierías que nos pusiesen cortapisas. Qué no nos habremos contado. Si aún así después te sigue diciendo que eres buena gente, por más madre tuya que sea, te lo terminas creyendo un poquito. Incluso igual haces algún intento por serlo. Así era la educación, a su manera. 

   Yo de eso me di cuenta mucho después, claro.







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