martes, 23 de junio de 2015

Se lió la noche.



   Convendría aclarar, aunque fuese de un modo somero, a qué se refiere el Marino cuando habla de que se lió la noche, aquel día, de que se jugó en diferentes recintos, con normas cambiantes y diversos partenaires además. Pero ya sabes que eso, aunque la laguna amnésica sea tremenda y encima guadianesca, que me acuerdo, vamos, de muy poco, aún así, eso nos llevaría a otra marivuelta, a otro peligroso desagüe por el que se nos derramen cachos de ese preciado don que es el tiempo.

   No me resigno, sin embargo, a un mínimo detalle, creo que suficientemente aclaratorio de lo que era la vida entonces. 

   Fuimos a un montón de bares. Las chicas bebían con moderación. Arturito y yo, pues no. Más fruto del azar que de alguna información previa, aunque nunca se sabe, recalamos en un local de nombre Berlín, en el que había un conciertazo. Lo de las vueltas y más marivueltas viene aquí muy al caso ya que ese establecimiento está a treinta segundos de La Luna, siempre que se siguiese, al caminar, la línea más recta. Lugar este, si nos acordamos, que es donde nos habíamos citado con, sí, aún, "las chicas". 

   En el concierto nos encontramos con muchos conocidos. El grupo era punki. A modo de por ojo de pez, creo verme durante mucho tiempo, bailando agarrado con una de las Pelopájaro, amigas intimísimas de mi Burgos natal. Sí, ya, dos objecciones. a) es difícil pero yo lo logro, lo de bailar agarrado ese tipo de música, y b) sí, sí, llegó tarde el punk a esa ciudad de provincias. 








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