jueves, 25 de junio de 2015


   Tienen las noches que se lían la característica (y la ventaja) de que terminan pasándose. Lo normal es que uno no sepa cuándo. Abres el ojillo con sumo cuidado, compruebas que estás en tu cama y respiras aliviado. Pero en ese instante la noche hace mucho que se acabó. 

   Luego hay veces, que son las menos, que te pilla aún despierto el transcurso de la noche al día, con su orto justo en mitad. Lo normal es que en esas ocasiones tampoco te des cuenta de nada por estar a otras cosas. 

  Aquella noche enredada fue de las del segundo caso. 






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