Y así, te escribo antes del fin del mundo del que el otro día, el año pasado, nos hablaban los R.E.M. Recuerda, recuerda, "pero a nosotros qué nos importa".
El pasado y el futuro, apretando al presente, que ya no sabemos si está aquí ahora.
Desconozco si la canción que te traigo es adecuada para empezar una nueva vida o al menos para estrenar un nuevo año. Pero no perderé mucho tiempo en sopesarlo, ya que solo estamos hablando de parvas conveniencias para poder funcionar más fácil.
Ya tengo decidida la que será la felicitación de la Familia Hoyuelos para este 2013. Opto, como en la que enviamos desde la oficina, por la parte optimista del asunto. Ignoro si es la manera correcta de tomárselo. Ni idea. Pero no todo va a ser indignación y suicidios. Y como de la "parte oscura" sé un rato, te lo juro, prefiero poner sonrisa de idiota y seguir tirando para adelante.
Ya los habrás visto, nuestros buenos deseos, pero los incluyo aquí para que la posteridad los proteja del olvido. Ya que has de saber que, sin ni tu ni yo pretenderlo, este blog que es único en el mundo por ser usado por solo dos personas, trascenderá de su escondite y llegará a traspasar todas las fronteras. Imagínate.
La canción hoy elegida también habla más de lo mismo. Qué pesado que me pongo. Necesito palabras cariñosas que me susurre al oído una niña llamada Porvenir. "Ya no hay más tiempo..." aseguran.
Son los Prin La La que fabricó en su casa un travieso bufón llamado, curiosamente, Fernando Vacas. Lio a sus sobrinas cordobesas, Macarena, Isabel y Blanca, para sacarse de la chistera esta maravilla. Así les ponían en El País, por el 2007.
"Ésta podría ser una explicación fantástica para mostrar en qué consiste este fantástico grupo. Pero necesitamos saber más: traducir una representación sonora en una representación verbal. Ya tenemos tres voces oscuramente angelicales, un demiurgo avezado en la experimentación musical y en la elaboración de melodías memorables. Hay que añadir un chelo, un violín, una viola, piano y órganos, una flauta, trompetas, guitarras, percusión, más voces hermosas y multitud de efectos sonoro-lúdicos (jarras de agua, cajas de música, cacharrería varia). Faltan las letras, auténticos poemas propios y ajenos escritos con la gracia de la lírica que se interesa por lo normal, cuando lo normal es estar tan en las nubes como en el suelo: "con mi encadenamiento a la tierra pago la libertad de mis ojos", en palabras del argentino Antonio Porchia. Pero seguro que se me escapa el ingrediente secreto de este destilado cuyo sabor oscila entre el clasicismo y la vanguardia, la infancia y la adultez".
Allí es nada. No lo hubiera yo expresado mejor. Eso sí, no ha explicado que el nombre del grupo es el mismo del que tenía de nacimiento el perro imaginario de Leopoldo Panero.
Así que, sin más dilación, con todos vosotros, PRIN LA LA.
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