miércoles, 22 de julio de 2015


   Nos fuimos, hace ya para dos años, con unos amigos con hijas amigas de Lucía, a una casa rural en el valle del río Sella. La casa tenía el curioso nombre de El Pongallín. Indagué si le venía el apelativo de algún viejo cuento de ese gallo que iba al lugar a poner unos huevos imposibles y volvía y volvía y se iba siempre con pena. No acerté en mi previsión y ahora no recuerdo cuál era la respuesta adecuada, que la había.

   ¿Para qué regresar tanto en el tiempo?, te estarás preguntando. Y yo te cuento. 

   Fueron unos días muy excursioneros y en la aldea en la que estaba la casa parábamos poco. Pero como yo sabía lo que tardan mis amigos y las hijas de mis amigos en estar preparados ya de una vez para salir, me di unos cuantos paseos por allí, aprovechando el tiempo. El pueblo no era gran cosa pero siempre te podías encontrar con algún rincón coqueto o con miradores de vistas de esas que llaman deslumbrantes. 










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