El próximo domingo es el cumpleaños de Pamela. Y me había pensado un regalo para su local recién estrenado. Pero como soy tan pero que tan tímido, se me ocurrió el ardid de camuflar mis sentimientos con un presente compartido con mis amigos del vino de la una. Lo que pasa en estos casos es que cuesta poner a todos de acuerdo en el más nimio proyecto y ya casi no me da tiempo.
Se trata de que odio los cuadros que adornan las paredes de la cafetería y que, seguro, forman parte de la parte inventariable del establecimiento. Se me había ocurrido, nada menos, que cambiarles por algo más... ¿ameno?
Son seis, los elementos de la ecuación, que aquí te muestro esperando sincero consejo.
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