Arengo a la memoria y, chico, nada, no sé llegar de un sitio a otro.
Y lo que es más grave es que visito una de esas páginas en las que te aproximas a la altura de puerta de las casas, ves los letreros de las tiendas. Y tampoco nada.
Recuerdo lugares concretos. Situaciones. Miles de ellas. Pero no sé llegar desde un lugar hasta otro.
Paseo por la ciudad a vista de pájaro, en otra de esas páginas que nos regala la red amiga (güegüegüé). Ah, los mapas. Pero tampoco nada. Es difícil de creer que me pasé allí cinco años. Sobre todo es complicado de creerlo para mí.
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