Sabes, Luis, que esta es la última etapa del viaje. Y que quizá por eso me ha costado tanto llegar a ella. Lo mismo no hay ningún secreto encendido en algún rincón de esta ciudad, ningún misterio que me termine abrasando. Igual todo ha sido una farsa para ir alejando aunque fuese a empellones el que sabemos que será el final.
Porque sí, este arrastrarse del Gulliver de los últimos tiempos ha sido a costa, casi siempre, de retorcer tanto las palabras y ver que allí salía más bien poco zumo. Penoso. Incluso tú, que me tratas con excesivo mimo, has dejado caer alguna vez que ya iba siendo hora de ir parando. De que ya valía con la burra a brincos.
Así que aquí estamos, en el, por así decirlo, último capítulo de pedazo novelón en que se terminó convirtiendo esto.
Por que no se quede nuestro héroe en el aire ( ridículo, despatarrado) te contaré sus últimas fechorías en aquella ciudad y dejaré que sea él el que, quitándose donoso el sombrero, ponga punto final a la función.
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