jueves, 6 de noviembre de 2014

Por otro lado


   Sí. Sí. Que ya lo sabemos. Por el otro lado también llegó Gulliver a aquella ciudad, terminó llegando, pero dando vueltas y más vueltas. Más vueltas que Torombolo dio. 

   Mejor dicho, más que dar vueltas iba cogiendo impulso cada vez. Como en las carreras que echábamos cuando éramos niños. A la de una, a la de dos y... 

   Y vuelta a empezar,  que parecía que nunca abandonaríamos las tierras segovianas.

   Pero por fin, sí, eso ya lo sabemos, llegó. Se aclimató como pudo a un lugar de trabajo del que, pasados un par de años, pensaría que era el mejor que había tenido. Siempre le pasaba igual con los trabajos en los que estaba, que el último era el mejor. 

   ¿Y a la ciudad?, ¿se aclimató? No podría decirse que ese fuese el verbo más apropiado para definir su aterrizaje en ese lugar, como en breve podemos ver. 

   Pero, antes de todo ello, deberíamos cerrar ya de una vez por todas el tremendo bucle en el que llevamos flotando meses. La cuestión es indagar en qué momento se encontraron los dos Gulliveres al llegar a mismo sitio pero por diferentes caminos. De eso, quizás, nos enteremos uno de estos días.




No hay comentarios:

Publicar un comentario