Y de ahí, claro, no va nada para que se embarque Gulliver en otro viaje hacia el infinito. Y subido al mascarón de su nave, a horcajadas, claro, sentirse el ser más feliz de la tierra. Qué maravilla poder ver. Percibir las distancias, los tonos, las formas... Las formas de los objetos, tan nítidas. O las irregulares (¿antigeométricas?) de lo desconocido.
Es un gran invento esto de la vista. Qué mundo este.
Me regalaste, con trampas, tres días de ociosidad y ya ves que te los he aceptado.
Pero vuelvo a la carga, que ya, a estas alturas, es más bien descarga.
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