Aquel día que bajaban por la calle empinadita cercana al Patio Herreriano, aquel en que le preguntó por qué, a veces, no caminaban como todo el mundo, la muchacha se sintió ofendida. Y, siendo como era la muchacha, no podía saberse si se había ofendido de verdad o todo era la broma del infinito juego de la vida. Y eso tenía también mucha importancia, ya que las ofensas, tanto sinceras como inventadas, también detentan una potestad fractal, y unas llevan a otras multiplicado por tres, al menos. Con las consecuencias que todo ello conlleva. Purititos nervios, el Marino.
martes, 20 de octubre de 2015
Puros nervios
Aquel día que bajaban por la calle empinadita cercana al Patio Herreriano, aquel en que le preguntó por qué, a veces, no caminaban como todo el mundo, la muchacha se sintió ofendida. Y, siendo como era la muchacha, no podía saberse si se había ofendido de verdad o todo era la broma del infinito juego de la vida. Y eso tenía también mucha importancia, ya que las ofensas, tanto sinceras como inventadas, también detentan una potestad fractal, y unas llevan a otras multiplicado por tres, al menos. Con las consecuencias que todo ello conlleva. Purititos nervios, el Marino.
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