viernes, 12 de diciembre de 2014

  Arturo era otro cantar. No se sabía qué era peor, si tenerle al lado peleándose con alguno de los muchos tomos de su temario, rezongando a niveles insufribles, o que, cuando ya no le daban más las piernas, te dijese que ya no le daban las piernas más y que se bajaba a que le diese un poco el aire. 

   Lo que podía suponer que:

   a) volviese a subir a los diez minutos, que es lo que había tardado en beberse tres cañas, a intentar concentrarse de nuevo, para dejarlo diez minutos después ya que no le daban las piernas de más, y así un largo etcétera.

   o b) que apareciese muchas horas o incluso muchos días después en un estado de veras lamentable. 



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