Saberte solo en aquel mundo.
Saber que los problemas o te los resuelves o no hay tu tía. Saber que o te buscas tú remansos de felicidad o nadie va a dejártelos encima del felpudo.
Con ello, lo que pasa es que todo adquiere una gran merma de importancia. O tú te vuelves un completo inconsciente.
Salia a pasear a menudo, sin más rumbo que mi apetencia. Siempre me perdía, no hace falta decirlo. Pero al final, cada vez acababa encontrándome. Me dejaba llevar e invariablemente, cuando ya no tenía ni idea de por dónde andaba, aparecía frente a mí algún hito de los que sí, sabía.
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