lunes, 14 de julio de 2014

Después del parón



   Después del parón prescrito por las autonormas ("Gulliver y tú siempre os tenéis que coger vacaciones los mismos días", suertudos), a nada que escribo dos líneas me salen agujetas. La falta de práctica y sobre todo andar leyendo palabras mayores (en un librón) que le hacen preguntarse a uno qué coño hace aquí poniendo sandeces. 

   Al no ser la primera vez que esto me pasa, me arrellano en el sillón de escribir, que ya llegarán más sancedes para ser contadas.

   Lo que pasa es que cuando eso, me da por preguntarme cosas. Y me da, antojadizo, por querer responderme, lo cual es más difícil.

   Esto que aquí observamos empezó como una tontada. Ya ni te acordarás. Me dejaste otro librón y de tanto reírme con él, te lo devolví hecho un guiñapo. Con el ánimo de compensar los desperfectos te escribí una carta-mueble, una nota-estampa donde, si mal no recuerdo, ya adelantaba muchos de mis modos de pensar. Quizá con haberte dado esa carta ya hubiera bastado. Pero me enseñó mi padre que lo prometido es deuda. Prometo poco, por lo tanto, pero en aquella nota dije que intentaría hacerte enamorar, o un poco menos, por lo menos, de la música que a mí tantas y tantas satisfacciones me ha dado. 

   [Ahora mismo, tarde veraniega, llevo escuchando un "mix" (que dicen ahora) de los señores que hoy te pongo. Me los ha chivado Quique por el Facebook. Me he acordado de que, en la celebración de mi boda, en la cuca iglesia de Tordueles, me puso una canción de ellos. Ja. Todo el mundo pensaba que Quique era el monaguillo.]



    Lo intenté con ahínco. Sabe dios que lo intenté. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario