Aunque parezca tarea simple y ante los peligros que sin duda podría correr, estuve todo el día eligiendo qué meter y qué sacar del petate. Fui parco en el número de mudas pero no en su calidad. De ropa de abrigo elegí un chambergo de pana bastante desgastado, que no ocupada demasiado en el paquete y que además era largo hasta los pies. Creí en ese momento que bien pudiera valerme, llegado el caso, de capa del diablo y que, por el módico precio de mi alma, podría viajar en su interior por el espacio y por el tiempo hasta aterrizar en decorados más seguros. Por los nervios o por la responsabilidad de la misión encomendada, me obcequé con una linternita pequeña pero de potente chorro. Estuve sopesando la conveniencia de llevarla dos horas largas. La metía, la sacaba, la volvía a meter. La sacaba del hatillo y la escondía al fondo de un cajón de la coqueta de mi camarote. Volvía para buscarla allí. No fue hasta pasado ese tiempo que caí en la cuenta de mi desatino, por ser mi destino lugar perfectamente iluminado. De mi faltriquera cogí solo la mitad de las monedas. No me pidas una explicación para dicha maniobra. En cuanto a armas elegí un puñalito muy ergonómico (que lo mismo podía servirme de defensa que para cortar el embutido o afilar mi lapicero de escritura). Complete mi defensa con una CZ P-07 de modelo compacto llamado "Duty", que según aseguraba su prospecto mantenía perfectamente la precisión al realizar tiro instintivo. No había tenido aún ocasión de comprobar la veracidad de dicha promesa, también he de reconocerlo.
jueves, 24 de julio de 2014
El petate
Cuando se pretende acometer una aventura como la que aquí se me ha encomendado, tiene que guardar uno exquisito mimo en la confección de lo que será su equipaje.
Aunque parezca tarea simple y ante los peligros que sin duda podría correr, estuve todo el día eligiendo qué meter y qué sacar del petate. Fui parco en el número de mudas pero no en su calidad. De ropa de abrigo elegí un chambergo de pana bastante desgastado, que no ocupada demasiado en el paquete y que además era largo hasta los pies. Creí en ese momento que bien pudiera valerme, llegado el caso, de capa del diablo y que, por el módico precio de mi alma, podría viajar en su interior por el espacio y por el tiempo hasta aterrizar en decorados más seguros. Por los nervios o por la responsabilidad de la misión encomendada, me obcequé con una linternita pequeña pero de potente chorro. Estuve sopesando la conveniencia de llevarla dos horas largas. La metía, la sacaba, la volvía a meter. La sacaba del hatillo y la escondía al fondo de un cajón de la coqueta de mi camarote. Volvía para buscarla allí. No fue hasta pasado ese tiempo que caí en la cuenta de mi desatino, por ser mi destino lugar perfectamente iluminado. De mi faltriquera cogí solo la mitad de las monedas. No me pidas una explicación para dicha maniobra. En cuanto a armas elegí un puñalito muy ergonómico (que lo mismo podía servirme de defensa que para cortar el embutido o afilar mi lapicero de escritura). Complete mi defensa con una CZ P-07 de modelo compacto llamado "Duty", que según aseguraba su prospecto mantenía perfectamente la precisión al realizar tiro instintivo. No había tenido aún ocasión de comprobar la veracidad de dicha promesa, también he de reconocerlo.
Aunque parezca tarea simple y ante los peligros que sin duda podría correr, estuve todo el día eligiendo qué meter y qué sacar del petate. Fui parco en el número de mudas pero no en su calidad. De ropa de abrigo elegí un chambergo de pana bastante desgastado, que no ocupada demasiado en el paquete y que además era largo hasta los pies. Creí en ese momento que bien pudiera valerme, llegado el caso, de capa del diablo y que, por el módico precio de mi alma, podría viajar en su interior por el espacio y por el tiempo hasta aterrizar en decorados más seguros. Por los nervios o por la responsabilidad de la misión encomendada, me obcequé con una linternita pequeña pero de potente chorro. Estuve sopesando la conveniencia de llevarla dos horas largas. La metía, la sacaba, la volvía a meter. La sacaba del hatillo y la escondía al fondo de un cajón de la coqueta de mi camarote. Volvía para buscarla allí. No fue hasta pasado ese tiempo que caí en la cuenta de mi desatino, por ser mi destino lugar perfectamente iluminado. De mi faltriquera cogí solo la mitad de las monedas. No me pidas una explicación para dicha maniobra. En cuanto a armas elegí un puñalito muy ergonómico (que lo mismo podía servirme de defensa que para cortar el embutido o afilar mi lapicero de escritura). Complete mi defensa con una CZ P-07 de modelo compacto llamado "Duty", que según aseguraba su prospecto mantenía perfectamente la precisión al realizar tiro instintivo. No había tenido aún ocasión de comprobar la veracidad de dicha promesa, también he de reconocerlo.
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