Lo que de verdad importa es que, aunque fuese como era, el papá de la gitana, siempre le habían seguido queriendo. Y mucho. Porque cada uno es como es y eso es difícil de que no sea así.
lunes, 31 de agosto de 2015
Son detalles nimios, que nada aportan, o solo confusión. El lugar del deceso, el modo en que el trance se había producido. Incluso las fotos colgadas de muro, donde se le ve de recién casado (joven, guapo, con las patillas que se llevaban entonces). O un poco después, con los hijos que ya habían nacido, a las orillas de un río. O ya más mayor, raído el abrigo y con barba de semanas. Y ese brillo vidrioso en los ojos turbios y en la punta de nariz. Y esa media sonrisa que no era de gozo sino de vergüenza.
Lo que de verdad importa es que, aunque fuese como era, el papá de la gitana, siempre le habían seguido queriendo. Y mucho. Porque cada uno es como es y eso es difícil de que no sea así.
Lo que de verdad importa es que, aunque fuese como era, el papá de la gitana, siempre le habían seguido queriendo. Y mucho. Porque cada uno es como es y eso es difícil de que no sea así.
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