Con la música lo tengo ahora más difícil. Siempre está mi hermano pero nuestra comunicación es... llamémosla poco fluida en estos últimos tiempos. También están otros amigos pero no es grande ahora el tiempo que suelen dedicarla, con lo que los tesoros escasean. Además, algunos se han especializado. Por ejemplo, Guillermo, ese como tú "getresero" con el que comparto a veces el desayuno, tira por el heavy más duro con lo que nuestros gustos no se solapan. He de decir, además y ahora que no nos oye, que me da a mí que es un connoisseur que torea de salón, no sé si me entiendes. Al leonés Jimmy, con el que tanto he compartido también en lo musical, le dio recién regresado a sus raíces por aprender al autodidacta modo a tocar la guitarra y aunque alguna que otra cosa me descubre, tiró de lleno por el blues clásico y a mí, para un rato me encanta Otis Redding pero... En fin, otra referencia que cojea.
A la radio, sobre todo Radio3, antaño fuente inagotable donde saciar mi sed musical, la tengo ultimamente un poco bastante abandonada. Empezaron a cambiarme los programas de referencia o que no coincidían sus horarios con los míos.Y es difícil engancharse de nuevo, una vez alejado.
También he abandonado las revistas especializadas. O porque se han requetespecializado (caso de Ruta66) o porque se volvieron descaradamente comerciales (¿qué fue de aquella Rolling Stone?) o porque me abrumaban con cientos de grupillos entre los que era realmente costoso encontrar maravillas (RockdeLuxe es un buen ejemplo).
Para empeorar la situación, El País dejó de publicar su Tentaciones, que sin llegar a ser biblia me descubrió bastante buena música.
¿Qué nos queda, entonces, desolado Gulliver? No solloces, no gimotees. Aún guardamos ases en la manga del esmoquin.
Lo primero que miro cuando compro la prensa del sábado es la antepenúltima página del Babelia, donde a veces...Y luego existe esa fructífera máxima que dice que unas cosas llevan a otras, tú bien lo sabes.
Pero se me volvieron a ir las peteneras. Ya que hoy, con esto de las referencias quería hablarte de un amigo que dejó de serlo. Y de la manera más tonta, además.
Quique. Buena gente. Incapaz de hacer daño a nadie. Ojos tristemente azulados. Bajo, una constitución que se podría comparar a la de Xavi o Iniesta. Quizá mejor a este último, ya que la alopecia se apoderó de él bien temprano. También le gustaba el fútbol y era un estudiante muy brillante. Mira sí sería inteligente que con los mil duros (de los de entonces, claro) que su madre le daba por dejar de fumar lo que hacía era comprarse música. Siempre anduvo bien de dinero que compartía sin remordimientos. Era uno de los de la Pandilla Caribe, un verdadero loco del Diomedes Díaz del que hablaba yo hace unos días.
Era para mí el amigo para toda la vida. Conversación ágil, variada y suculenta. Sentido del humor más que fino. Entusiasta de casi todo.
Le conocí en el Instituto Cardenal López de Mendoza. No le iba ser de los gamberros pero con ellos iba. Y yo también, que resultaban nocivos como compañía pero de lo más divertido. Cuando salíamos a tomar unas copas y los demás entraban en la fase "vamos a pillar braguita" (así decían muy literal y gráficamente) el Quique y yo nos despistábamos y buscábamos lugares tranquilos y con buena música.
Porque resulta que sí, Quique ha sido mi mayor fuente de descubrimientos musicales. No sé dónde encontraba semejantes grupos. Era todo un apasionado. Llegó a tener un equipo con unos altavoces que se posaban en unas bases que pesaban un huevo, compuestas de cinco capas de diferentes arenas, para evitar las vibraciones creo yo.
Después de tanto describir, se me ha olvidado decirte su característica más notable, que, como otras veces, sospecho que ya puedes haber adivinado. Quique era un tremendo tímido. Y eso fue lo que le mató, en cuanto se refiere a su relación con nuestro mundo.
Empezó a alejarse como por fases, por grupos. Le hartaba Nacho, le aburrían las gracias de Carlos, le molestaba la prepotencia de Pepe... me lo iba contando y yo, mucho antes de que ocurriese, ya me temía que no iba a tardar en llegar el momento en que el que le aburriese, le molestase y le hartase iba a ser servidora. Y así fue. Le estuvimos dando la brasa ni se sabe la de tiempo. No contestaba a las llamadas, huía de nuestros recorridos como de la peste. Después se fue a trabajar a Madrid, cerca del Calderón. Me consta que lo pasó mal. Salía poco y cuando lo hacía era con sus primos, que tenían quince años menos que él. Le veíamos poco y era conversación obligada en todas las reuniones. Después no adelgazó, enflaqueció. Se dedicó al deporte al máximo. Cientos de largos diarios en piscina olímpica. Gimnasio y más gimnasio. Y un par de años más tarde, senderismo de riesgo. Estaba cadavérico pero fibroso. Ni quiero imaginarme cómo las pasaría en una movida por el Nepal, en la que en la segunda de las ocho etapas programadas le dio el mal de altura y tuvo que ser abandonado por sus compañeros a más de cinco mil metros de altura y con un sherpa que no sabía inglés. Ah. El bueno de Quique. Hace años que ni le veo. Pero aún cuando ya estaba toda la comunicación con todos más que rota, no dejaba de mandarme de ciento en viento un correo electrónico, prácticamente compuesto con largas listas de lo mejor que había oído y visto, ya que también era un cinéfilo de cojones. Decenas de referencias que encima comentaba, sí, escuetamente, pero que a mí me sabían a gloria bendita. Luego, también era previsible, los correos empezaron a espaciarse en el tiempo y... ya te digo, años sin saber de él.
Así que la canción que hoy incluimos quiere ser un pequeño homenaje a tan sana persona, con el deseo grande de que le vaya muy bien.
¡Señoras, señores! ¡Con todos ustedes... los Violent Femmes!
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