La campana de la iglesia ha sonado. Me he dicho "las nueve y media" pero aún faltaba un buen rato. Pasado un breve espacio de tiempo ha sonado otra vez, como suele hacerlo siempre, con un evidente deseo recordatorio. Varios de los relojes de casa me han desmentido su exactitud. La que iba adelantada era ella.
Luego, pasados unos alargados segundos, ha vuelto a sonar. Y luego otra vez. Y otra.
No soy ducho en toques de campana pero si creo poder reconocer el que convoca a muerto. Este era bastante similar pero mucho más espaciado. Marcelino es el cura. Lleva poco, no llegará al año. Suplió a un relamido preboste con un exceso de pucritud, de esos a los que parece darle asco casi todo. Y bastante encizañador. Marcelino es majo. Campechano, muy normal, si en esto de la normalidad puede haber escalas. Hemos hablado bastantes veces conversaciones plácidas y corridas. Desde que vio que no asistía a sus oficios me habla menos. Se dedica más a su rebaño.
Vive en el pueblo, en los apartamentos que hay encima del Trasgu. Aún así, me he preguntado si había sido él el que había accionado el mecanismo para que la campaña sonase. Todo el día de guardia a la espera de sucedidos. No sé. También me he preguntado si existe un toque alternativo, para cuando se anuncia a muerto a primeras horas del día. Que se hace más levemente para no sobresaltar.
Varias persianas se han levantado espantando a los pájaros. Luego la campana ha dejado de sonar y ha regresado el silencio.
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