miércoles, 8 de enero de 2014

Sueño 9 (continuación)

   [Dejar los sueños suspendidos de un fino hilo de seda. Esos lujos nos permitimos en el Gulliver.]


   Volvamos pues justo al momento (¿se llamarán allí "momentos"?) donde lo habíamos dejado. Gulliver, después de mucho fregado de aquí para allá, se la encuentra.

   Por la muchacha también ha pasado el tiempo, lo cual da a la situación un grado mayor de verosimilitud. Hablan bastante pero en conversaciones sin altos vuelos. Hablan de lo cotidiano, de ese momento. "¿Vienes?". "Voy". "¿Tienes un cigarro?", pero ella ha dejado de fumar. 

    El sueño está lleno de trajines, por darle mayor hondura. Y ese punto de descontrol necesario para que todo sepa mejor. El Marino hace tiempo que aprendió a vivir sin ser dueño, en esa parte de su ser. Se deja llevar por laberintos sin salida. Ah, que no. Que sí que aparece, escondida en ese último rincón, cuando ya no había escapatoria, una trampilla por la que seguir corriendo a más no poder. ¿Quién les persigue? Al poco, no sabe a qué altura de la situación se encuentran pero ya para entonces eso da bastante igual. Qué jaleos.

   [Dicen que los sueños empiezan en el momento exacto de la noche para que terminen acompasados al milímetro con tu despertar. Me parece tan difícil ese cálculo... pero así es que sucede.]

   Ya no huimos. La luz que nos alumbra es de un color entre el amarillo y el naranja y de baja intensidad. Todo es mullido y no tengo ni idea de dónde estamos. Su cuerpo ha perdido solidez pero ha ganado en suavidad, en tacto.

   Ya no nos siguen por lo que tenemos todo el tiempo del mundo hasta el despertar. Así que nos desnudamos tan despacio que no nos damos ni cuenta. Luego nos abrazamos en un lugar sin tiempo. Quizá flotando. Su boca está tan cerca de mi oreja que oigo su corazón. Me susurra frases antiguas y me mordisquea el pendiente que (hace tanto) no se atrevió a ponerme. Esas palabras me acarician como sus dedos en la espalda, que deletrean la piel que cubre mi columna, aprendiéndose el pasado. 

   [Suena música. Tres o cuatro acordes que se repiten una y otra vez. La misma música que ayer. El mismo sueño.]



   Ya sabes que en los sueños es más lo que se oculta que lo que se muestra. No es, pues, por recato ni por ganas, que no te cuento los detalles. Es que los detalles estaban en la parte invisible del sueño. Pero, tenlo en cuenta, no por ello se goza menos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario