Y lo sigo haciendo con una persistencia que tiene que tener algo de sobrenatural, religioso. De hecho, en mis oraciones vespertinas, refugiado ya en mi celda, después de la batalla, nunca se me olvida agradecerle al Altísimo el haberme otorgado un hígado fuerte y sano, poderoso, capaz de procesar en cantidades inhumanas, dignas más bien de titanes o avestruces. Ingentes.
Ya lo dice la canción que hoy te traigo. Degenera o muere.
Daría no para varios gulliveres sino para toda una enorme y etílica biblioteca, contar los avatares, las pequeñas aventuras, los sucedidos. El que primero me viene a las mientes siempre que me encuentro en una situación similar es el de aquella vez, que acabé suplicándoles a mis espantados vecinos de arriba que me abriesen, que era yo, Jose, el de las orejas largas.
Recuérdame que te la cuente.
Permíteme que, humildemente, complete este tan escueto como, aunque no lo parezca, denso gulliver con una versión de esas que tanto nos gustan. Y encima de una que ya salió aquí y que te hizo gracia. Contigo... de nuevo... los Jollyboys. En acústico.
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