lunes, 18 de agosto de 2014

Como cazar... (2)

   Los antecedentes de la otra ocasión en la que tuve que "hacerme de valer" en aquellos campamentos son más intrincados o simplemente más retorcidos. Yo, encima, los recuerdo vagamente. 

   Se ve que nuestros padres no confiaban del todo en los organizadores del asunto y añadían a nuestro equipaje alimentos con los que quizá completar una escasa dieta. No tengo un especial mal recuerdo de las comidas que allí nos daban. Ni por su calidad ni por su cantidad. Pero aquellas viandas secretas nos servían para hacer una segunda cena, ya tocada la queda, medio fiesta de pijamas, dentro de la tienda de campaña. 

   En cada una morábamos media docena de acampados. Como nos dejaban elegir, a mí me tocó con los dos amigos con los que había ido, con los primos de uno de ellos, que eran a la sazón los que te contaba el otro día que zurré, y un chaval de apellido Pájaro. Aunque igual no era apellido sino mote que iban pasándose en su casa de generación en generación. Lo que llaman nom de famille. Niño consentido, arrogante, jugaba a ser lobo solitario cuando nada más llegaba a zorrito despistado y con sarna. Iba de pirado, cuando allí el verdaderamente pirado era otro novato como yo, al que le tocaron peores veteranos o vete a saber. Era delgado como una estela y nunca perdía una sonrisa que acentuaba su estado interior. Por defenderse de las bromas gruesas, se agenció (por las proximidades ) una piedra más grande que un puño, la ató a una cuerda de tres metros y a la menor sospecha de peligro en las inmediaciones, él giraba y giraba la piedra. Como los nudos no parecían mañosamente ejecutados, el círculo de tranquilidad se agrandaba mucho más allá de esos tres metros. "Que se va a soltar la piedra y vas a matar a alguno", le decían los mandos, pero allí no se acercaba ni dios a convencerle. Y así se pasó íntegras las dos semanas. Al final, todos le conocíamos como Pedrolo. Lo último que sé de él es que trabajaba en un petrolero kuwaití y que no ha perdido la sonrisa.

   Pero ya nos fuimos por dónde no era, Pulgarcito. Volvamos, pues al Pájaro









No hay comentarios:

Publicar un comentario