Seco, fuerte, como dios manda.
Todo esto, claro, pilla fuera del enfoque, a látere, que diría el castizo. En mitad de la pantalla unos ojos paralizados por la sorpresa, grandes como globos, brillantes. Parecen femeninos. Seguro que jóvenes.
Se tendrá que mover la cámara, al mandato del director, en un barrido menguado. O quizá sea otra toma, otra, mercenaria, grabada vete tú a saber cuánto tiempo antes o después.
¿Un charco de sangre? Lo mismo... Joder. Que lo piso.
Pero no me lo creo. O se resecó demasiado rápido o, por el contrario, el tono es seis pantones mas liviano que el real y verdadero y auténtico color de la sangre cuando mana reciente de un cuerpo vivo. Así no hay quien se lo crea. Es difícil atinar con los detalles, con las graduaciones. Y pierde entonces la vida toda verosimilitud.
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