jueves, 12 de febrero de 2015

Esperando el momento (1)

   No. No me acuerdo de la excusa que le solté al mostrenco para poder gozar, en esas horas que aún quedaban para el encuentro, de mi sola soledad. De lo que sí que me acuerdo es de lo que hice.

   Sería a primeros de febrero y hacía frío aunque el rey astro brillaba aquella vez. El típico invierno castellano. Volviendo a casa me topé con el frontal de la Iglesia de San Pablo, iluminado por los rayos. La fachada refulgía santos, volutas, arabescos. Era una gran foco de claridad que contagiaba su grandeza, su imposibilidad. 



   De los pormenores de la misma no voy a contarte, más que nada porque los desconozco, siendo tú, además, experto en dicho conocimiento, pero te puedo asegurar (pecando, eso sí, de cursi) que me senté en un banco cercano, con el convento al frente, y perdí la noción del tiempo, ante tal prodigio de belleza, "no sabiendo que guerras estaban en marcha ahí abajo, donde el espíritu toca el hueso".










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