Siendo como es Gulliver, le ocurrió lo que le siempre le ocurre. Que se pasó de frenada. Y tuvo así de volver a desandar un trecho.
La cigüeña en el espejo de San Pablo, espejo ambarino y simbólico. La hora de la cita, ya cercana. Su famosa costumbre de llegar antes. El bar. Los asuntos del bar y sus características. Las portadas de los vinilos que habían puesto por las paredes. Portadas como esa tan famosa de Pink Floyd con la vaca, o aquella en la que...
[No, Marino, por favor. No te disgregues otra vez y nos pierdas por nuevos caminos, por caminos infinitos. Y no seas tan cabrón de poner hoy (precisamente hoy) una canción de 24 minutos. Una canción que, por otra parte, es un auténtico coñazo.]
El bar. Y los camareros. Y de repente llega un Arturito desatado. Y sus gestos. Y las chicas, que entran ya por la puerta.
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