miércoles, 8 de abril de 2015

En la cola

   En la fila de pagar me hago lío porque en ocasiones en vez de las cajeras está la pescatera, que, como todas las que conozco, es lenguaraz y tetona. Agarra lo primero que tiene a mano y me amenaza con una, pongamos, bertorella,  al modo de la sota de espadas. Y yo ya lo sé, que lo hace en broma, pero no paro de insistir en que me cobre. Allí yo, con mi tarjetita de crédito. 




   Y en buena lógica, casi en lógica aplastante, se me mosquean las cajeras cuando les digo que me pongan un cuarto de lechal delantero y que añadan un par de riñones, abiertos por la mitad. O unas penquitas de cardo y dos nabos. Si el nabo será de los pocos alimentos que no trago.  

   Es allí, claro, donde más rato echo.










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