miércoles, 1 de abril de 2015

   Bien desde la balconada, bien desde el bosque o el scalextric, llegamos a una gran superficie. Todos los días es la misma pero no es ninguna de las que visito. A la entrada, a la izquierda, hay una frutería enorme que no sabemos si forma parte del hipermercado o es independiente y solo está adosada. Más que una frutería, algunos días es una tienda de ultramarinos. Pero otros es solo frutería, con un mostrador elevado y largo, en forma de ele, repleto de género. Lo regenta una familia muy de fruteros. El padre, con el pelo cano, peinado hacia atrás, con mostacho y bata azul marino, despacha con  la efectividad que da la experiencia, aunque sus movimientos sean cansinos. La hija, con bata y gorro blancos, es salerosa y de generoso escote. Algunos días hay un dependiente bastante corto de espíritu. La madre, rechoncha, con delantal, es la que se encarga de la parte trasera de la tienda, dominando el brazo corto de la ele. No sé porqué me da a mí por pensar que allí la mercancía es de mayor calidad. Luego, los líos con la frutera van a juego con el resto del sueño. 











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