Con ella siempre había un punto de descontrol, bien fuera de un tipo o de otro. Tenías que tener los nervios muy bien templados para no caer en el miedo o en la angustia. O en el hartazgo de tanta tensión. Mi amigo, a veces, no podía soportarlo pero era tan fuerte su enamoramiento... Yo lo llevaba mejor.
Pero hoy no será Moca el personaje principal sino Mr. Slimy. Que dará para poco y que si aquí aparece únicamente es porque vino persiguiendo a Moca. Podríamos contarlo tal que así.
Al poco apareció un recién llegado. No puedo describirle con demasiada exactitud ya que, ahora mismo, ostenta cargo nivel 30 en (sí) esa (nuestra querida) empresa y no estoy para pleitos. Suave, suave, con maneras de trabajar nuevas (modelo B, opciones m, p y v, modelo D, opción t, así trabajaba). Si hubiésemos sabido algo en aquellos atolondrados años hubiéramos caído enseguida en que era de la Obra. Suave, suave. Redondito. Los mofletes le escondían la cara. Inocuo. Grasiento. Y con esos labios húmedos de boquita de piñón. Conozco a varios y no me explico cómo hacen con sus adoctrinamientos para conseguir esas boquitas mínimas y crispadas, de labio húmedo, de color bermellón oscuro o un poco azulado, a punto de tirarte un besito o de reprenderte por ser tan malo. Bendita inconsciencia la nuestra. Le tratábamos como a una persona más y seguro que le sorprendía tanta naturalidad. Se embobó de Moca hasta las trancas, hasta faltarle la voluntad (esa voluntad de hierro con que los arman, presuntamente). Le he visto acorralándola contra el capó de un coche, a la vista de toda la terraza de Los Bomberos, muy concurrida en aquellos penosos momentos, por cierto; concurrida, expectante y ya vitoreando la final. Le he visto corretear, lloriqueando tras ella, casi película sadomado. Una pena. Pero nosotros éramos (y he dicho éramos) buena gente y a lo más que nos llevaba ser testigos de esos numeritos era a tenerle una piadosa compasión y a intentar sacarle de los errores de su proceder. Pero cuando el amor llega así de esa manera...
En aquellos momentos no pero ahora sí que me pienso que la chica le tenía que dar cuartelillo al mostrenco, no se explica si no tanta desazón. Posiblemente ya no estuviese con mi amigo de amantes oficiales lo cual no era óbice para que nos pasásemos todo el día juntos, a toda velocidad de aquí para allá. Mr. Slimy apenas tenía fuelle para seguirle el ritmo y llegaba al rato sudoroso y resoplando. Y justo cuando llegaba a Moca le daba por pegar otra revolera, que a veces acompañaba con espantada y... había que tener su práctica.
Luego mi amigo se fue (¿o esto ya lo he contado?) y a Moca la seguí viendo pero cada vez menos. Nos veíamos mucho pero no todos los días. ¿O sí? Qué giribiquis hace el tiempo con los recuerdos. ¿Se trató de semanas, de meses, del resto de mis días segovianos? No lo sé. Ella seguía allí, eso sí, seguro, transversalmente.
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