No sé en qué parte de esta historia
perdí el argumento primario.
No sé qué cojones me agobia.
Hoy, según dice el calendario
vuelve a llegar la primavera,
me molesta el soooool.
Alma que nunca se deshiela
y se queja del calooooor.
Saco las cuentas de memoria,
no se me pierda algún lucero.
Mira que, en silencio, en esa euforia
sale hierba y me crece el pelo.
Sufro locura transitoria
bajo a la Tierra...
Que hace esta cabra fuera del rebaño. Vamos a tirarla por el campanario.
Es más, P tiene todo el aspecto de haber venido aquí nada más que para encontrarse contigo y, encima, como que tiene ese brillo en los ojos que se te chiva de que, casi seguro, también está un poco bebida.
Las pintas calvas, que diría mi padre. Mi padre siempre decía verdades como puños, de este cariz.
P tiene un chico con pinta de santo varón. Un santo varón heavy, con pinta de haberse ganado el cielo hace tiempo. De haberse ganado el cielo en la tierra. Pero justo en este día tonto, no se ve del chaval ni la sonrisa.
Lo que se dice a huevo.
Al poco, por inanición o por algunos de sus amigos, P se ve arrastrada hacia otros paraísos. Si, al Marino se le queda una cara de gilipollas de tamaño natural.
Hoy, querido Luis, también es un día tonto. Me piro de vacaciones un par de semanas (largas) y quería dejarte (quizá) con un poco de recuscús en la mirada. (Quizá) por la duda de si aún se quedará el Marino otro rato en ese lugar o se pondrá la viserilla y partirá a otras aventuras.
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