viernes, 10 de octubre de 2014

   Y ahora es cuando ya, por fin, quizá, venga la moraleja. 


   Qué cosas. Cómo no iba a acordarse de mí el Chogui. Pero qué cosas. Y puso brillantes los tremendos ojotes que las gafas hacían aún más tremendos. Y en la boca se le pintó una media  sonrisa que no sé si era de afecto o de lástima. Tremenda la sonrisa también, con unos labios carnosos como dos plátanos. 

   Y allí fue que me aturullé, claro, por empezar a contarles a ambos mi vida entera desde justo el día en que él salió y cerró la puerta de nuestro futuro. Por decirlo así. Mi vida entera y con los mínimos detalles y con sus vericuetos y pasos en falso y encima para delante y para atrás.

   Me preguntó (idéntica mirada, idéntica sonrisa) si seguía en el Ayuntamiento. Y yo rápido a explicarle a mi nuevo antiguo amigo que no, que yo trabajaba en la Junta. Total, no pasa nada, son ambos organismos públicos y patatín.

   -Ya, ya- me cortó. -Decía en el Ayuntamiento de Cardeña. 

   Y empezó a dejarme claro que, a trazo gordo, sabía de mis andanzas, que si le contaba mi hermana, que si con Samu y Rosa quedamos bastante... 

   Y yo, que justo antes de acercarme a ellos le había tenido que rogar a un amigo común (entre risitas, claro) que me recordase su nombre.

   Y yo, estúpido ignorante, soberbio pedante, que por un momento me sentí ufano de tener una vida tan conocida. 

 

   

   




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