viernes, 9 de agosto de 2013

El Gran Día (mecachis)

   Hoy tocaba hablar de los compañeros de piso segovianos, en lo que empezó siendo, aún recuerdo, el contarte de los avatares del Marino en el Universo del Sexo. Dios mío, qué vericuetos.

   Pero tanto ellos como mis intenciones deberán aguardar en el cajón a que lleguen los días en que a Gulliver le apetezca sacarles de paseo. 

   Ya que hoy lo que parece adecuado es que te hable de lo se siente al llegar al medio siglo. 

   Qué presuntuoso. "...de lo que se siente..." Como que estuviese en mí el poder de los sentidos. Como que no lo hubieses sentido tú ya. Te contaré, al menos, qué es lo que circula por mi desordenada cabeza la tarde de antes, que es cuando te escribo esto.

   Lo primero, son las ganas de desaparecer y huir del folclore. Pero eso no es nuevo, eso es lo que me apetece cada año, cada tarde en la que el calendario diga que es 8 de agosto por la tarde. 

   Después está lo de anticipar el folclore, los besos, los deseos de felicidad, las bromitas habituales. Mi hermana Nines, por ir calentando, me ha mandado un mensaje advirtiéndome de que viene el medio siglo ya por el Trasgu, muy cerquita. Se le huele, se le oye. Y entonces, paso rápido al primer punto, el de desaparecer.




   Pero esta vez no acierto con el conjuro. Con el chiscar de dedos. Qué sé yo. Qué torpe y apresurado Gulliver que me vuelvo a veces, con lo relisto que me creo otras.
 
    Descartada por inalcanzable la opción de desintegrarme, volverme invisible, difuminarme, encontrar un agujero negro o simplemente meterme debajo de la cama, vuelvo al punto dos, justo donde lo dejé, adelantándome a los acontecimientos. Y como me ha salido mal lo de hacerme trasparente, resulta que mañana amaneceré solo traslúcido y se me verán toditidas las costuras y las entrañas. Qué pudor, madre mía.

   Menos mal que nos vamos tú y yo de viaje.


   




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