miércoles, 16 de abril de 2014

   Como viene siendo ya norma de la casa, llegamos, después de los vericuetos y los guadianas, hasta donde habíamos pretendido llegar desde un principio, hace una semana larga. O más.

   Llegamos despues de pájaras y bajonazos. De laberintos escuetos pero complicados, de pensar mucho en nada. Llegamos después de contarte lo infantiles que podíamos ser a los veintimuchos. Lo infantiles que ya nos quedamos para el resto de nuestras existencias. Como siempre, nos costó llegar.



   ¿A dónde?, te preguntarás con merecida impaciencia. No muy lejos, ya verás,  y encima no sé a qué tuvimos que llegar allí. Después de los matos y los chifis y de tanto hacer el gilipollas por los bares. Normal que estemos cansados, Gulliver y yo. Normal que no queramos que, por la respiración aún entrecortada del esfuerzo (no te vayas a creer), nos salga el remate a estas últimas entradas precipitoso, ligero, atropellado.

    Deja que se nos pase el resuello. Disfruta que unos días de pasión, olvídate de los unos y de los otros. Y ya, si eso, luego te cuento.


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